miércoles, 15 de junio de 2011

bla bla bla bla blaaaaaa bla bla

Escucho. Escucho su sonido de a poco. Muy despacito me voy dando cuenta que se trata de ella. Y entonces, con cautela, albergo la esperanza. Espero, porque más de una vez fue solo una confusión y se trató de alguna otra cosa efímera y fugaz. Y entonces, cuando veo que persiste, casi con la sonrisa ya dibujada en el rostro, voy hasta la ventana del comedor para comprobarlo. Y las luces de la calle lo iluminan todo. Sí, hasta la sutil consistencia propia de ella es bañada por el reflejo amarillento de los faroles que están afuera. Y todo cambia. No me pregunten por qué, pero la noche se vuelve mucho más hermosa. Todo se aprecia de un modo distinto, todo queda bajo su encanto. Adentro, el sonido de cada gota vale casi lo mismo que un pedazo de chocolate. Adentro, me quiero inflar hasta flotar: que no pare. Y casi riendo festejo: llueve

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