lunes, 23 de abril de 2012

"Amor a primera vista"

¿Qué es eso del "amor a primera vista"? ¿Creo en ese mito? (Bueno, "mito", ya me deschavé). Siempre que escuché hablar a la gente de eso, en el fondo de mí, me reí. La verdad es que me parece contradictorio eso de "amor" seguido de "a primera vista". Amor es construcción. Es momentos, caricias y peleas. Amor son las palabras que uno le dice al otro (y las que no dice también). Son miradas y silencios. Amor, como diría yo, es sentir.
Entonces no: no creo en eso. Creo que podemos sentirnos atraídos por alguien a primera vista. Que no hace falta nada de todo eso que acabo de nombrar (es decir, que no hace falta nada de amor) para sentir ese "síndrome de imán" con el otro. Que dijo eso, o hizo aquello, o su cara, su pelo, su algo en su su manera. Las palabras que elijió o la sonrisa que se dibujó en su cara cuando lo miraste. Que es chiquito, que es grande, que es dulce, o guarango, o aparentemente malo. Quizás hasta su contextura enorme o sus pequeños ojos claros. Como sea, te gusta. Algo te gusta. Algo que no es ni lindo ni feo sino, más bien, atractivo, te llama la atención y te deja, con suerte, fijado a eso. 
Que después venga esa segunda parte que le sigue al "a primera vista", es otra cosa. Pero primero lo primero, y lo primero es la primera vista. Y después... después quién sabe, todo puede ser.

Amor Líquido VI

que te vaya bien
buena suerte y hasta luego
(y nunca más lo volveré a ver, o tal vez sea en algún tiempo...)

[Dicen que todo se sabe pero, tal vez, no quieras saberlo. Era lo mejor olvidar todo por un tiempo...]

miércoles, 18 de abril de 2012

Derecho al Delirio (Utopía)


¿Que tal si deliramos por un ratito? ¿Que tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible?
"El aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones. 
En las calles, los automóviles serán aplastados por los perros.
La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor.
El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas.
La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar.
Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega.
En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo.
Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.
Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos.
Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.
La solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo.
La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero.
Nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene.
El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra.
La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos.
Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión.
Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle.
Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.
La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla.
La policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla.
La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.
Una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú.
En Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
La Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo.
La Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte».
Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma.
Los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar.
Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo.
La perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero."
EDUARDO GALEADO

laputamadre

Te fuiste de viaje. Y no te fuiste quince días, dos semanas ni tres meses. Te fuiste a vivir un año a Irlanda - pero no dejemos de recalcar que te fuiste de viaje, con lo cual implicitamos que vas a volver, porque justamente un viaje se trata de eso: de ir, estar, vivir y volver para seguir estando y viviendo acá, con tus cosas, tu casa, tu familia, tus amigos, conmigo, con nosotros. Así que eso, básicamente soy una máquina de darme explicaciones lógicas que me lleven a caminos que terminen en tu regreso y, sobre todo, en lo poco racional que sería que te quedes allá (aunque, para ser sinceros... me dejan esa incertidumbre que flota en el aire, me envuelve y me pone algo triste). 
No sé si vas a volver o no. Decidí dejar de pensar en eso en este mismísimo momento. ¡Te acabas de ir! Basta de ser esa persona egoísta que no sale de sí. Ayer me mandaste el mail más lindo de todos los que nos venimos mandando. Es que me contabas que ya andas con tus dudas, tus preocupaciones, el tema del dinero, de si salir a recorrer, de buscar laburo, de compartir una habitación con tanta gente, del sentimiento de pertenencia - reitero, no olvidemos que estás de visita allá. Y hablaste de que todo eso que se te pasaba por la cabeza y te dejaba pensando, a veces más preocupado que otras, podía llegar a implicar un día más opaco que brillante. Te cuento: nada más errado que eso. Estás viviendo, amigo. Estás conociendo y creciendo y tomando esas responsabilidades de las que acá, en nuestra ruidosa capital, no tenemos la necesidad de hacernos cargo. Contamos con la suerte de tener a nuestros papás pisándonos los talones, espiándonos siempre desde alguna esquina para controlar que no nos pase nada, que no nos demos la cabeza contra la pared - aunque no sepan (o no quieran saber) que tal cosa es inevitable y que no hay nada más saludable que eso. Irónico ¿no?
Es la primera vez que pudo escribir sobre tu partida. Me dejaste sin palabras, sin tiempo. No me alcanzaron las horas que pasaron desde el momento en que me enteré y el momento en que te fuiste para asimilar esa realidad que me pusiste frente a la cara. Nos vimos 5 días seguidos, compartimos charlas, almuerzos, fasos y vida, y te fuiste. ¡Zaz! Llegó el día. Y ahora estás allá y confío fervientemente en que no te va a tragar el sistema. A vos no. Vos no me vas a venir con eso de "Te volvés capitalista, ¿qué queres que te diga? Estás allá y te das cuenta que el sistema funciona y que no hay tal crisis". Vos con vos y nuestras cosas.
Me encanta leerte. Espero que no abandones ese loco-blog que te hiciste, con el que me haces reír y conocerte siempre un poquito más. 
Si te dijera que te quiero, sería trillado (ya lo sabés de sobra). Si te mandara un abrazo enorme, me quedaría corta. Mejor te cuento que no encuentro por ningún lado el pequeño bic verde que me dejaste ese lindo lunes que compartimos con nuestros amigos antes de irte. Es algo que suele pasarme seguido con los encendedores, pero... ¡ufa!

Crónica de un Martes

Un martes. Un día cuyo adjetivo siempre que llegan las seis o siete y media de la tarde (dependiendo del día) termina siendo lindo. Es que sino te cruzo en la escalera y me llevo una de esas sorpresas que hacen que te abrace y grite un poco, termina siendo que estoy ya en mi clase de adolescencia, sentada justo al ladito de la puerta, en el aula 209, y te asomas para pedirme un pucho. "¿Para vos? No, para vos no tengo" rio haciéndote mímicas y gesticulando la boca sin omitir sonido - es que claro, a todo esto mi profesora (una de las mejores de este cuatrimestre, quizás porque de una gran materia también) ya empezó a hablar sobre las próximas dos semanas, tiempo en el que resulta que se va a ausentar por un viaje que tiene que hacer y se siente en el deber de hablar sobre la bibliografía, la mujer que la va a suplantar en ese período, y el hecho concreto y creíble de que nos va a extrañar (no por nada personal; a lo que voy es a que es más bien una cuestión de que ama dar clases, no de que nosotros le caigamos concretamente bien).
Entonces reímos y salgo de la clase a darle y compartir ese cigarrillo. Me pedís fuego, te molesto, y vamos hasta la ventana. Yo estoy particularmente radiante - hace unos días que ando con flores, y río, duermo, canto y estoy más feliz de lo normal. Quizás un encuentro infortuito y casual (¿causal?). Quizás su cara, su risa, su simpatía, su cama o ese vino que tanto me gusta que saco de la galera. Quizás un poco de eso y algo más también.
El tema es que tu cara no se condice ni en lo más mínimo con mi estado de ánimo. Te empiezo a contar casi entusiasmada hasta que me frenas en seco. "¿Te puedo decir algo?" me decís más serio de lo que me hubiese gustado. Pienso, ¿qué puede llegar a ser? Y automáticamente se me viene a la cabeza la idea de que estás por tener un lapsus de sinceridad y no te lo queres guardar; como si de alguna manera, diciéndomelo, me fuese a poner contenta (sólo porque por primera vez estaríamos de acuerdo en el hecho); como si de alguna forma esa sinceridad que está a punto de brotarte y estallar no te gustara. Pero ahí estaba. Así que intentando adivinarte te pregunto "¿Qué me vas a decir? Estoy particularmente rechoncha hoy ¿no?" y río, porque siempre sonrío ante la idea de que el otro se percate de eso que intenta negar constantemente. Pero no. Mi cabeza me jugó una mala pasada; el narcisismo se apoderó de mi y no fui capaz de pensar realmente en lo que a él le podía llegar a inquietar. Casi enojado me responde que no "que justamente te iba a pedir que hoy, en este rato y por estos momentos, no saltes con esas pelotudeces". Ahí me di cuenta de su cara. No era una cara de un día normal, que no brilla ni opaca. Era cara de irritado, casi de frustrado. Y no acababa de inngurarla yo eh: esa cara estuvo ahí desde el minuto cero en el que se asomó a la puerta de mi curso a pedirme su vicio (nuestro vicio). No. La verdad que no podía ser que él, juestamente él - con esa onda toda bohemia, siempre con la palabra justa a mano para sacarme de un-mal-día, un-mal-estado, con esa racionalidad que siempre le permite destacar que puede haber algo peor, que no es tan malo "que no puedo entender como no te alejas", porque claro, las cosas le resultan muy fáciles a mi amigo: si te hace bien disfrutas y si te hace mal a la mierda. Y no. Seamos sinceros: yo soy patológicamente pasional, pero en el fondo todos sabemos que no resulta tan sencillo el asunto vivido desde adentro -. Entonces lo miro detenidamente y veo su ausencia. Lo tenía en frente y no era él. "¿Qué te pasa a vos?". Todos podíamos tener malos días, pero ya que estábamos, quería saber. "Nada... hoy tuve un día re largo de laburo en el colegio. Después vine acá temprano y encima salgo a las once de la noche, no estoy de humor". Buenísimo: ya que vas a meter una excusa, al menos buscate una mejor que total no te conozco nada de nada. "Dale, ¿te anda girando en la cabeza un algo del findesemana?" seguí insistiendo. Pero solo más tarde comprendería que nada tenía que ver con ese viernes a la noche, sino más bien con un texto de Freud que le había volado la cabeza.
Después de haberle sacado una o dos secas - "perdón si mojo todo el filtro" me dijo dándomelo, a lo que reí por dentro: generalmente la gente me comenta casi insultandome que compartir un cigarrillo conmigo es un asco por lo lleno de baba que lo dejo-. En fin, una vez consumido el pucho lo saludé, le exigí que cuando vuelva a cruzarlo me cambie esa cara de traste que tenía, y entré al aula porque la profesora ya estaba introduciendo el texto del día.
Fue una clase bonita. Ella tiene ese algo que me hace preguntarle y reírme cuando gesticula y ella misma se ríe. Qué lástima que se vaya a ir de viaje. Yo, de alguna manera, también la voy a "extrañar" (extrañar a una profesora solo como se puede extrañar a una profesora digo ¿no? Lo mío si es algo más personal, pero tampoco tanto). Como decía: la clase estuvo bien; hasta que nos dividió en grupos para que cada uno se encargue de un pequeño apartado distinto del libro del titular de cátedra.
Faltaba media hora para que salgamos. Una vez que leímos lo que nos tocaba pedí disculpas y salí de la clase. Fui al baño y después no pude evitar fumarme un cigarrillo tranquila, afuera, mientras leía un apunte que  en dos hojas terminaba. Era uno de esos de adolescencia que me ponen nerviosa porque los marco todos: todo es importante y principal ¿qué nos dan resúmenes ya hechos?
Volví al curso, hicimos el debate de los apartados de cada grupo y nos despidió casi con melancolía y diciendo por lo bajo, en un susurro, como quien no quiere la cosa: "ya saben, los voy a extrañar". "¡Pará, emoción!" pensé finalmente, con un matiz de infantilismo (ese comentario niño que se nos dibuja a veces en la cabeza como el retoño de algo que fuimos pero que de alguna manera no dejamos de ser).
Salí y fui al pasillo donde habíamos estado hablando media hora la semana pasada con mi amigo (gracias a que coincidimos en su intervalo y mi cambio de hora). Le mandé un mensaje, le dije dónde estaba y mientras llamé a otro amigo para arreglar un encuentro. Un posible almuerzo al día siguiente al que sabía que no iba a llegar porque sentía el sueño intenso en el cuerpo y sabía que cuando llegara a casa me tenía que poner a terminar de armar un trabajo práctico. Pero no importa: no me había dicho que no, a él que tanto le gusta decirme que no...
Me llaman. Que salga a la entrada principal que estaba ahí. Bajé fumando un cigarrillo y cuando lo veo estaba con un chico y una chica. Saludo. Hablamos. Repartían volantes, como todos los que estaban en la puerta a esa hora y-a-toda-hora militando. Lo molestaba. Lo culpaba de no incentivarme a ir a la reuniones que hacían, de no insistirme, de no hincharme las pelotas. "Sabes que no voy a volverte loca para que vayas, si queres ir vas y sino no". "Pero yo te pido que me repitas y reiteres porque soy colgada". Claro, es que cuando su amigo me comentaba del encuentro que había este viernes, enseguida el mío dijo "No va a ir, es obvio". Al menos este me pasaba las coordenadas exactas, día, hora y lugar, no como vos con esos datos borrosos que me tiras en general. Ya habían pasado los 15 minutos que el espacio académico me brindaba todos los martes a esa hora para molestarte, así que esperé 5 más (la profe arranca 10 minutos tarde considerando que hay gente que viene corriendo del teórico que se dicta en otra sede) y me despedí de los tres.
Estadística. Qué materia aburrida. Entre apuntes y apuntes que iba tomando, arranqué a leer otra ficha de la cátedra de adolescencia. Qué contradictorio esto de estar cursando dos materias y que una haga las veces de interesante que no resultaba la otra. Intervalo. Genial. Podría haber sido peor, pero entre el texto que leía y los mates de mi amiga que estaba sentada adelante, la clase no estuvo tan mal. Así que me levanté, salí de la facu y cuando estaba por cruzar para preguntar en un local por unos apuntes que me faltaban, me los vuelvo a encontrar a los tres personajes con los que había estado interactuando hacía un rato. "¿Se van?" les pregunté. "No, tu amigo se va a comer una empanada" me responde el otro. Gordo. Que cruzaba y que si seguían ahí nos veíamos. El material que necesitaba no estaba. Que pregunte en Eudeba. Sin embargo, cuando volví a interceptarlos, la chica que estaba con ellos me mostró una librería cerrada que estaba en la esquina; "cuando abra podes preguntar ahí". Genial. Se llamaba de alguna forma que ahora olvidé, tenía 21 años (aunque la prima le había preguntado esa misma semana si no tenía 18, con lo que generó varias risas entre nosotros) y estudiaba psicología. Y el otro arrancaba a contarme, luego de que le pregunte, que estudiaba derecho en la uba y que venía a psico a dar una mano con la militancia; que le cabía la onda pero que no estudiaría nuestra carrera porque le daba algo de miedo todo eso de la cabeza "como que empezas a leer y te terminas identificando con un montón te cosas, te empezas a sentir mal cuando en realidad no tenes nada". Qué gracioso que lo piense así (ojo, no es que no sea verdad, pero si llega a estudiar medicina se pega un tiro). "Sabes que el otro día justo hablaba con un amigo que estudia derecho" le empecé a contar "y me contaba que no le abría la cabeza ni un poquito, así que empezó a complementarla con sociología, ¿no te surge a vos capaz acompañarla con algo-más?". "Derecho no le abre la cabeza a nadie" - me dijo rotundamente - "yo estoy estudiando la carrera para conocer el sistema y ver cuáles son las reglas que hay que romper, pero lo mío es la política". Wuau. Un flash. El chabón no solo no tenía ni la más mínima intención de ejercer la carrera que estabas siguiendo, sino que encima la estudiaba a fondo para conocer sus debilidades, sus puntos fuertes y su funcionamiento y ver desde la política por dónde atacar a este sistema de mierda que se cree que funciona bien y lo hace solo a costa de todo-eso-otro que funciona mal. Todo un revolucionario el flaco eh. Y entonces le insistí con eso de hacer alguna otra carrera a la par. "Psico es bastante floja en todo lo que es historia por lo general, entonces agarrás a Galeano y estás un poco más hecho" le contaba. Claro, él leía muchísimo por su cuenta pero en ese momento estaba tan metido en la política que a penas conseguía llevar adelante abogacía. Y entonces les conté (luego de hablar del viernes, una fiesta, amigos y demás, y reír y reír más) que la psicología se me estaba empezando a meter en todos los ámbitos. No lo contaba como algo bueno. Se lo decía más que nada a la rubia, que parecía una mina interesante e interesada a la vez. Les contaba que había estado viendo un video de Galeano y que me quedé con una frase que dijo él "hay que hacer las cosas según lo que nos dicta nuestra conciencia moral y no guiándose por la bajada de línea que nos impongan"; y mi reflexión era sí, genial, pero a veces lo que realmente queremos hacer no se condice con lo que moralmente deberíamos hacer. A lo cual mi amigo con el que estaba viendo el video me sacó cagando y me dijo que no se refería a eso, que deje esa perspectiva psicológica afuera y me centre en lo que querían transmitir en este caso. Qué mal. Qué mal. Y entonces hablar sobre la objetivación que necesitábamos desde nuestra carrera y lo lindo que es la subjetividad pero que no, que quede afuera, que no hay que darle cabida la más de las veces y mucho menos en forma abrumadora. Y entonces miro el reloj y con mi amigo nos despedimos del resto porque se nos hacía tarde para entrar de nuevo. Y de camino a la facu, en el trayecto de esa media cuadra, nos cruzamos con mis dos amigas con las que curso Estadística que estaban afuera con una tercera, amiga de una de ellas y conocida de todas. Me despido de mi amigo (siempre tan poco físico como es él, que tanta gracia me causa) y me quedo con ellas. Que había que juntarnos a estudiar cuanto antes porque la materia era tan tonta como aburrida, y resultaba igual de tentador no estudiarla que comerse un chocolate con café en un día de lluvia metido en la cama - ah sí, menuda tentación la mía.
Y resulta que volviendo al aula la confesión reveledora de mi compañera de-todo-de-nada que tan contento pondría más tarde a mi gran amigo gran, ese bohemio que tanto alegra mis martes y con el que compartimos birras, puchos y esas charlas épicas.

grandescompañerosgrandes

Yo te quiero cuidar más que a nadie. Es como una suerte de cumplido implícito que tengo conmigo, con vos y con el mundo. Lo malo es que a veces - las más de ellas más que menos - resulta que termino haciéndote sentir ese saborcito amargo y se pierde instantáneamente ese dulce que empalaga y enriquece y flota en el aire como magia que se esperarse, se expande por todo el ambiente.
¿Entonces? Sos esa cosa rara que me hace pensar distinto, y actuar de otra forma y, claro, sentir especial. No sos ni amargo ni dulce - aunque el 70% del tiempo seas casi tan amargo como el chocolate negro con tus quejas, tus pensamientos laterales (casi adultos diría), quizás esa esencia perfeccionista que nos baña a todos y tan lejos nos pone en el mapa - mapa en el que yo tan volada-inconsciente termino allá en la otra punta, tan diametralmente opuesta.
Y mejor que no hablemos de palabras, porque si las quiero buscar no las hay. Venía leyendo ayer en el colectivo "62 modelos para armar" de mi admirado y bonito Julio Cortázar y, por unos momentos, me sentí en conexión con él. Ese nosequé de querer pero no poder, de realmente intentar ponerle nombre, palabras, rótulo a cosas que, ni aún poniendo el mayor de los esfuerzos, pueden ser explicadas.
Así que eso. No hay palabras. No hay ideas que trasmitan eso que va y viene y vuela y se deja ser, a veces, y otras no. Y aplasta y derrota, como si consumiese toda la energía de alrededor y entonces, entonces sube, sube ese estado y aunque nunca llegues a tocar el cielo con las manos más que en la cama - porque es ahí donde nos entendíamos y complementábamos -, aunque cambiamos de casa, de color y hasta de estación, a-pesar-de-todo-eso, a veces bailamos ese candombe que se nos mete por los huesos y nos alegra el corazón, y la vida se sacude y nos reímos con amigos, contentos (yo chiquita y vos tan grande, eso siempre).
Por eso cuidame, que te cuido. Que a mi manera y a tu manera marcamos, dejamos huella, y sos así de así y yo eso, y entonces queda todo como tiene que estar - sin palabras y nada de nombres.
Y un futuro vino entre compañeros, una noche de estudio, nuestra música - mi Charly, tu Silvio - y entonces sí, un buen momento, quizás escribiendo, quizás leyendo, quizás pepa o laila o quién sabe. Quizás nosotros atravesando la vida juntos, sabiéndonos presentes aunque vos estés allá y yo esté acá, compartiendo y acompañándonos en esto de vivir - que dicho sea de paso, no es nada fácil y, sobre todo, es imperdible. 

Es tan cierto que da bronca

Hoy leí a un amigo que escribía sobre la importancia y la identidad que uno le da a las cosas al decirlas. Uno las puede pensar, imaginar, soñar, fotografiar, dibujar y hasta desear. Pero una vez que las decís, que pones esa idea, esa imagen, ese deseo, esa fantasía, simplemente eso que tenes adentro en palabras, se hace realidad. Y una vez que se hace realidad hay testigos, hay verdad, hay vida detrás de lo que dijiste. Hay algo que deja de ser solo tuyo y pasa a ser del mundo. Control: una vez que lo decís o lo expresas, lo perdes.Y en eso me cuestiono sobre haber hablado del tema y hasta de estar escribiendo acá, ahora, ayer y mañana. Así, aunque sea mínima, aunque sea escribiendo o contandole a mi amigo de toda la vida, de alguna forma le puse fin a la negación de la cual me venía valiendo para defenderme de esto. Es como escribió mi amigo "Si te nombro, te doy entidad, identidad. Si te nombro, existís, estás. En alguna parte, no importa dónde, pero estás." Ahora sos real. Ahora existis. Ahora es cuando te miro y me muerdo los labios, y te escucho y me muero de risa y me molestas y te quiero matar. 
Amor, bronca, risas, odio. Te quiero-no te quiero. Me quiere-no me quiere. Azar, destino y un poco de uno. Todo eso y todo junto.

¿sabías?

hay ríos metafísicos

En vos

Te fuiste. Te fuiste a Europa. Y yo acá pensando que esto y aquello, que cuando tenga ganas, que qué perdía, que gua-gua-gua. Y ahora estás allá, en otro continente, conociendo Barcelona y quién sabe cuántas cosas más.
Te fuiste y me encanta. Me sorprendió tanto que me gusta que estés allá - aunque te quiera acá, en nuestra querida capital; acá para mandarme un mensaje y decirme de vernos. Acá, para que aparezcas cuando menos me lo espero. Pero claro, siempre sos una sorpresa - bonita y enorme y chiquita también y muy linda -.
Quizás espere poco de vos. Pero ni siquiera creo que se trate de eso. No es que no espero nada o te subestimo.  Es solo que... es solo que tenes un algo que me atrae como si fueras un imán, que me llama la atención, que me hace salir corriendo pero sin dejar de espiarte.
¿En serio? ¿No tomaste la decisión de no hablarme más? ¿No te aburrí? ¿En serio no me tachaste de loca y me borraste del mapa? - mirá que te di motivos eh.
Ahora menos ansiosa, tengo unas ganas chiquitas y algo locas de vos. Que me cuentes cómo arrancaste la facu y si estando allá, tan lejos, en otra cultura y otro lugar, no te sentiste más argentino que nunca el 24 de Marzo, cuando la capital entera se movilizó a Plaza de Mayo por la memoria y el no-olvidemos. Y contarte lo lindo que fue compartirlo con ellos, lo fuerte y emotivo que resultó todo por la gente que tenía al lado; las fotos que buscaba para la cámara de mi amiga, las caras más bonitas, las fotografías de los desaparecidos, los sentidos "PRESENTE" que gritábamos todos juntos cuando hablaban de los 30.000 compañeros que perdimos. En fin, de eso, de la Cámpora y de algo más va a ser interesante hablar con vos. Y después, claro, perderme por un rato.

fotografiando momentos

Es volver. Es como viajar en el tiempo. ¿Te imaginas? Uno que tanta veces anheló eso. Es como volar sólo que de alguna manera, se hace menos imposible - no se deja de hacer imposible, pero es menos imposible, no se si se entiende. Como si dijéramos que, de poder hacerse posible el viajar en el tiempo o el volar, el viajar en el tiempo sería más factible, quizás más fácil, hasta más imaginable, que el volar - volar que a penas y con "suerte" si se quiere, se nos figura en los sueños, en los más remotos delirios. En cambio esa regresión es un poquito parte de todos. Es un poquito parte de la vida, que se arma de recuerdos y de un ayer que no dejamos ir nunca porque nos hace, nos compone en toda nuestra escencia y nos enseña de vivir y de no-olvidar nunca, jamás. Entonces digamos que esto de volver es algo que, un poquito, de cierta forma, nos envuelve; nos atraviesa en nuestros días y nuestros pensamientos.
Aclaremos: no hablo de ese volver que uno sueña y desea cuando se mandó una gran cagada y "si pudiera volver el tiempo atrás...". Hablo más bien de los recuerdos y ya.
"Volvemos" cuando recordamos esa tarde, esa cena, esa caminata o ese libro. "Volvemos" cuando miramos por la ventana y la lluvia que vemos caer no son solo gotas de agua y un fondo gris, sino que se siente ese nosequé de aquella tarde vieja que nos vuelve a recorrer el cuerpo, entre sábanas blancas y cuerpos enredados. "Volver" sería exactamente escuchar esa canción y sentir al otro al lado, ¡como si eso fuese posible! "Volver" vendría a ser ni más ni menos que esa imagen después de leer eso, oler aquello o escuchar eso otro.
"Volver" no sería más que eso: volver. Volver a un momento, un lugar o una persona. Volver por algo, lo que sea. Volver como observador pasivo de un algo que ya fue y no como actor de eso que fuimos ese día en ese lugar. Volver no para cambiar o rehacer, sino para verlo y sentirlo una vez más. Volver sin más.
Volver a aquel momento con tan solo mirar una foto - pero no cualquier foto; volver a aquel momento mirando esa foto.

domingo, 8 de abril de 2012

Imagine

Imagina si esto
si un día esto
un día felíz
imagina.
Si un día
un día felíz esto
se acabara
imagina.

el momento

"Pero todo esto había que decirlo en su momento, sólo que era difícil precisar el momento de una cosa"

Improvistos

Pepa despertádose conmigo. Bueno, casi-conmigo. Se quedó haciendo fiaca en la cama un rato más, aunque estuviéramos durmiendo hace horas, hace mucho. Pero a mi ya me dolía el cuello y me agarraron ganas de leer un rato (además de que estaba arrancando el día tres horas más tarde de lo que tenía previsto). Claro, eso sí, después de ver los mails y cambiarme, así se me abrían bien abiertos los ojos todos dormidos. 
Mi compañera de todo - de todo que de nada pero de todo - se iba a ver con un amigo. Así que esos posibles planes de mates y apuntes que habíamos armado juntas el día anterior los borramos.
Ahí decidí llamar a ese loco-descocido desaliñado y adictivo con el que últimamente quiero pasar las 24 horas del día, pero resulta que supuestamente entraba a cursar a las 7 - "supuestamente" digo; es que sospecho que entraba más tarde y en realidad, lo que tenía en mente era juntarse antes con una linda chica a tomar un café. Logré soltarle la invitación sólo después de preguntarle por el traspaso de los subtes como saludo inicial - saludo inicial que no entendía hasta, hasta que le expliqué; y entonces sin esperar su respuesta me auto-respondí mi duda y, dos minutos después, corté  con él. "Que tengas lindo día".
Me quedé un rato más en la compu, mostrándole cómo me había quedado el curriculum vitae a mi vieja y tomando la decisión de entrar a alguna página en internet para buscar laburo - aunque no esté hecha para esas cosas de la web (horas más tardes le terminaría pidiendo ayuda a un amigo, gran compañero de mates y birras y demases, que entiende más, y tiene paciencia, y entre tanto promete ayudar). 
Entonces suena el celular. El mensaje de una amiga que me pedía por favor que la llame si no estaba cursando. Y como en el cuarto conchudo - lindo pero jodido - que tengo no hay señal, me voy al balcón y la llamo desde ahí. Crisis. Chongo. Chongo en el mismo bondi. En el mismo bondi y con su novia. Como decía, crisis. "Hola, soy la chica que se coge a tu novio". Pero no, sólo lo saludó. Y miró. Los miró todo el viaje. Hasta que se bajó del colectivo, se le aflojaron las piernas, y llamó a sus amigas. Quedamos en encontrarnos en Acoyte y Rivadavia, que me dejaba una perdida cuando esté llegando, que la iba a buscar ahí. Así que cambio de planes. El CV para otro día y la posible lectura que le iba a dar a los apuntes de Adolescencia también.
Entonces me suena el celular de nuevo. "Ya está llegando" pensé. Pero no, eran mi compañera de-todo-de-nada con nuestro amigo, que estaban a una cuadra de casa con mates. "Ahora bajo con el pañuelo de ella que se lo olvidó ayer a la noche" respondí. Y unos minutos después estábamos los tres abajo riendo, fumando, riendo. Riendo. Hasta que sonó el aparatito de nuevo y esa sí, fue la señal de que mi amiga había llegado. Me despedí, insistiendo en que quería volver a verlos más tarde, y caminé las tres cuadras que me separaban del punto de encuentro en el que habíamos quedado. Entonces la vi en la cuadra de enfrente, linda, linda y linda, con su remera violeta y su pañuelo verde - ese que me encanta y nos encanta a todos, que le queda perfecto -, y esos ojos chiquitos y rojos, algo hinchados, que la delataban de lejos. 
Abrazo en la esquina y unas lágrimas que no pudo contener. Entonces me empezó a contar mientras caminábamos hacia el parque. ¿Podés creer que la trastornada los vió desde su bondi y se bajó una parada antes - la  parada a la que sabía que se dirigían ellos - y se tomó el siguiente colectivo de la misma línea - el que también calculó que se iban a tomar? Sí, una loca. Una loca linda, inteligente y genial, pero loca. Elegimos el banco y seguimos hablando mientras matábamos mosquitos. "Me siento tonta", "lo protegí", "se me iba todo al cuerpo", "no podía dejar de mirarlos". Claro, los saludó, pero mientras su día había empezado de diez, con un chiche nuevo que se había comprado, estrenando los borsegos que se había auto-regalado para su cumple, escuchando ese cd que tanto le gustaba y hacía tiempo largo que no oía; mientras su día iba así de bien los vio por la ventanilla del colectivo. No pasó 5 minutos después o 10 minutos antes. Pasó justo cuando tenía que pasar para verlos. Para verlos y entonces... 
Entonces ahí estábamos, hablando de él, de ella, de ellos, de todos.
Una hora después la acompañé hasta la boca del subte y nos saludamos con otro abrazo. "Gracias por venir" - "¿Gracias? no seas tarada" me dieron ganas de contestarle. Ella se iba a cursar, cursada que estaba dudando si dejar para otro día. "No, no derrapes por él" le dije. "Es verdad, después viene una crisis económica y se nos empieza a venir el mundo abajo" y nos reímos. Así que iba a entrar a cursar. "A escuchar, no voy a tomar apuntes, después se los pido a alguien". Bueno, pero que vaya. Que despeje. Que siga. Que no se pare el mundo - su mundo, su vida.
Y de vuelta a casa me olvidé de comprar algunas cosas que tenía planeadas para hoy, que van a quedar para mañana cuando vaya a pagar unas cuentas por ahí. Y de vuelta a casa, pensé en que los puchos los iba a comprar cuando salga para ir a la facu ya que cuando salí de casa para irla a buscar, el quiosco de siempre por el que tenía pensado pasar estaba cerrado. Y de vuelta a casa me lo crucé a Felipe, el perro más lindo del edificio - un felpudo que se puso loco de alegría cuando me puse a jugar un ratito con él. Y de vuelta a casa la encontré a mi vieja, ya en pijama y terminando unas cosas que le habían quedado del laburo. Y entonces me hice unos mates, me puse un tango y acá estoy, escribiendo. Escribiendo y escuchando tango. Escuchando tango y tomando mate. Tomando mate y escribiendo. Y pienso - Ar gen ti na.
Eso, de vivir. De planear y cambiar y llegar y volver. 

h - letra muda II

Resulta que a veces elegimos. Sí, no me digan que no. Yo niego, yo digo que no, pero en el fondo, en la tan pesada realidad, sabemos - sé - que no es así. Elegimos constantemente, no nos saquemos ese (gran) peso de encima.
Así que como se habrán dado cuenta no soy de las que tomen decisiones fácilmente. Quizás porque se vuelve fácil decidir cuando se sabe lo que se quiere. Pero cuando dudas o querés más o no sabés o no te alcanza o queres todo - sí, queres los dos mundos, queres ser blanco y negro al mismo tiempo sin convertirte en gris. Entonces se complica. Así que aborrezco decidir. Aborrezco decidir cualquier cosa. Y sin embargo vivo de eso - de mis propias elecciones. Porque elijo comer eso y no aquello, y tomar esa bebida y no esa otra; elijo esa película, ese plan de sábado, esa canción, esa persona y ese libro. Elijo eso. Quizás porque no me quede otra. Seguramente porque no pueda estar en dos mundos al mismo tiempo. O quizás porque simplemente quiera eso - sí, eso que estoy eligiendo. Lo que digo es que a veces actuamos y listo, y a veces tenemos - o deberíamos tener - que pensar en lo que hacemos. "¿Realmente está bien si lo digo?", "¿Lo hago?", "¿Voy?", "¿Llamo?", "¿Mando?", "¿A ese lugar?" nos preguntamos. Y nos preguntamos más y todo el tiempo. Y a veces, resulta que elegimos ser mudos - mudos como la letra h - ante algunas preguntas. Algunas preguntas que nos dan vuelta, que no queremos responder, que no sabemos cómo afrontar. Que no. Y otras, otras veces decidimos actuar sin pensar - y ahí es cuestión de suerte y nada más que de suerte que las cosas resulten bien o mal. Pero hablemos de nuestras decisiones y la temida responsabilidad que nos compete. Entonces elegimos pasar de largo, hacernos los ciegos - porque ojos que no ven... (nada más cierto) - y así pasa, pero pasa en trasparente. Lo decimos pero en silencio. Lo sentimos pero...
En fin. Lo que digo es: no me digan que no. Es así. Y no me digan que no enserio, porque es así para vos, para él, para ella, para mi y para todos; en la Quiaca, a la vuelta de casa, en la China y en todo el mundo.
Elegimos.
El tema es cuando elegimos ser mudos ante algunas preguntas - mudos, ya saben, como la letra h.

y sonrisas

son risas

comosivosperoyo

Como si nada de lo que dijese tuviera sentido, fuese mnimio o tonto o errado.
Como si todo fuese en vano - porque en definitiva nada está bien y nada está mal y todo va, viene, vuelve y se va de nuevo.
Como si no supiera - y entonces al menos por unos ratos no me enterase.
Como si mirarte alcanzara y bastara a veces, solo cuando vos te sepas entero y completo en ese acto.
Como si las cosas fuesen efímeras - "la gente va y viene".
Como si no existir para vos fuera desaparecer del mundo, dejar de ocupar un lugar. Porque si vos no estás yo no estoy, y no estamos, no soy, pero vos... vos es otra cosa.
Como si el vacío no fuese para siempre - es que es para siempre.
Como si la ausencia - esa ausencia - me consumiera de a poquito, a veces de un saque y otras veces despacito.
Como si estuviera sola en el medio de un abrazo.
Como si el ayer fuese hoy y el futuro me tocara los pies - haciéndome trastabillar.
Como darle todo a la nada.
Como si te fueses a dar cuenta - como si te percataras de algo.
Como si entendieras, como si supieras nada de ese todo.
Como miedo, algo así a caerme e-ter-na-mente si me llegaras a soltar la mano. Así que quedáte, no te vayas. Buscame, vení.
Como si me fuese a estallar la cabeza si esa mujer se siguiera quejando o simplemente se limitara a seguir hablándome. Que se calle, no soporto más.
Como si seguir pensando en el cepillo de dientes me aplastara los pulmones hasta llegar a derramar gotas de alma y de sal.
Como si aquel marquez fuese una rebanada de aire puro en medio de tanto suspiro y gas tóxico.
Como si mi cabeza no pudiera parar, y no pudiera estar en nada por estar en todo y entonces, claro, no estar en nada.
Como si no hubiera nada certero, nada absoluto, nada eterno, nada exacto.
Como si no quisiese otra cosa que vos. Vos constante, mi constante, muy constate - y loco y tonto y vos.

La gente va y viene

"La gente va y viene Lu" me dijo un día una amiga después de escuchar lo que tenía para decir de vos esa noche. "Es así, no podes aferrarte a alguien. Hoy es él, mañana será otro. Dejalo ir, dejá de sufrir".

Esa noche me hizo bien escuchar eso. Me llegaron como palabras de optimismo - las que luego, más tarde, hablando con mi compañero de vida, podríamos tildar como palabras de falso optimismo; como aquellas palabras que uno necesita pensar, oír y escuchar para convencerse de que las cosas no son tan malas, de que no podemos detener nuestra vida en eso que nos hace pedazos porque eso implicaría detenerse aún más tiempo en buscar y recoger cada uno de esos pedazos que quedaron desparramados por ahí - por el mundo y por el suelo.

Pero como decía: esa noche me hizo bien escuchar eso. Esa noche hice alguna especie de quiebre y me aferré a esas palabras, las que para ese entonces consideraba sabias palabras, para poder pasar el mal trago de aquel momento. Ella, mi amiga, me dijo algo que no me habían dicho nunca. Ella, de entre todas las tantas personas con las que solía hablar el tema por aquellos tiempos, me hizo ver las cosas desde una perspectiva que no me la habían hecho mirar antes. Ella me abrió una ventana y dejo pasar un rayito de luz, un poquito de aire, en esa habitación cerrada y a oscuras en la que me había encerrado. Y aunque cuando hablé con mi amigo me tiró abajo aquella teoría de meses; aunque me hizo dar cuenta de que no era un gran consejo sino una gran posición que uno se obliga a tomar en determinadas situaciones para poder zafar de hacerle frente a las cosas y simplemente dedicarse vaga y llanamente a tapar el agujero con una mano o un montón de nada, la sigo considerando una de las mejores cosas que podría haber escuchado en aquel entonces. Fue esa cosa, la que se quedó haciendo ruido en mi cabeza y a la que pude acudir de ahí en más cuando sentía esa sensación inmensa y abrumadora que por momentos me consumía de pies a cabezas. Y aunque no se puede tapar el sol con un dedo, a veces uno lo intenta, y a veces uno hasta se lo cree.

Así que hoy, un año después, me repito cada tanto esas palabras que una vez me dijo aquella amiga. Me digo: "La gente va y viene Lu. Es así, no podes aferrarte a alguien". Y la vida, la loca, tonta y sabia vida me demuestra que es así, que la gente va
pero que también viene.

Pepa


Es como un bebé que no crece nunca. Es la alegría, la compañía, la cosita más fea y más linda y más tonta y tan viva. Que ladra histérica por cualquier cosa - y quiere mimos siempre, siempre. 

La persona más densa de tu vida

Y que sepas que cuando esté mal - triste, con bronca o simplemente de malas - voy a estar ahí, dispuesta a desatar una enorme tempestad - que te voy a gritar, te voy a decir idioteces y voy a buscar pelea donde posiblemente - seguramente - no la haya. Que sepas eso y que cuando te rías por mi reacción te voy a gritar más y más loca - y eso en realidad va a estar bien, porque en definitiva solo quiero gritar y pelear. Así que sí, reíte y enfureceme más. Pero después claro, saca ese abrazo del bolsillo; ese que tanto me molesta porque parece una especie de consuelo, como un caramelo para la nena que se le acaba de caer el enorme cucurucho al piso. Y ahí peor. Hasta que me des uno enserio.
Sabe eso y tampoco ignores que voy a querer ver una película - pero con vos, obvio. Tenerte al lado fumándote una película que posiblemente te haga reír de lo aburrida que te resulte. Pero vas a estar ahí, sentado, haciendo chistes y espiando cada tanto que yo ande un poco más alegre y que mi cara vaya mejorando. Lo vas a hacer - o lo hiciste - de la manera más tuya que encuentres: posiblemente quejándote con ese matiz dulce y hasta casi infantil.
Y entonces vas a sacar un chocolate de la galera, como haces siempre, sorprendiéndome; dándome eso que quiero ya pero sin saber que lo quiero. Y de a poco voy a ir volviendo. Quizás café de por medio, una mueca de burla, un chiste malo o algún comentario de esos que me ponen chinchuda y rabiosa - "¡aprendiste una nueva palabra, boluda!". Andate a la mierda
No. No te vayas. Porque entonces te canto Calle 13 y te digo que eres todo lo que me equilibra, un balance, lo que me complementa. Y para qué, para qué engordarte el ego hasta flotar por los aires y sentirte lo que es Súperman para un nene de ocho años. Mejor no te digo nada, que ya lo sabés. Mejor no te digo nada que ya te lo estoy diciendo teniéndote al lado mío. Porque estoy así, sólo así y muy así, y resulta que no quiero estar cerca de nadie pero quiero estar al lado tuyo. Y punto. Punto final. ¿Eso lo sabés?
Que no hay que hablar de la familia, ni de la facultad, ni de política. Eso también hay que saberlo. Quizás un poco de vos y sino jugar al Buscaminas, al Carta Blanca, y entonces reírnos y fumar y boluuuuuuudo. Y así olvidarme en el nomeolvides de un momento con vos, conmigo y con nosotros.
¿Y sabes que el cd de Charly o algún buen cuento de Cortázar - quizás un capítulo de Rayuela - ayudarían bastante a la cuestión?

Y no sé porqué me preocupa y me interesa que te enteres, si en realidad, en el fondo, creo - o quiero creer - que ya lo sabes o capaz es que de alguna forma te comportas, sin saberlo, como si lo supieras. Aunque a veces seas malo y lo sepas pero no le lleves el apunte, con saber que lo sabés casi alcanza. Casi. Y por alguna misteriosa razón estoy así de encaprichada en que lo sepas. No él, ni ella, ni cualquier otro. Sabelo vos porque te quiero a vos. Y por favor, no me vengas con que estas son cosas de pareja, amigo mío, porque no hay nada más amigable que esto, en mi bonito mundo de colores y sin-razones.

no te olvides del ayer

No te olvides del ayer, no te olvides.
Porque el presente se mancha, queda embarrada la cancha y después para volver... Cuando quieras recorrer, porque el barrio siempre espera algún sueño, una quimera. Que el deseo, que el amor, puede sonar el tambor y lo oigas desde afuera. Porque si ayer fue lo más, no es vivir de recordar sino que sirva de puente.
Cómo se debe seguir, por qué se debe elegir un camino solamente? El camino tuvo inicio y compartiendo la ruta, comiendo la misma fruta. Sacando el placer del vicio , tu don también fue servicio, tu naturaleza bruta.
Aunque tal vez haya suerte y pueda volver a verte para poder recorrer. Recuperando el placer, tal vez te abrace en la esquina y ya desde la banquina.
Te despido sin pesar, sin dejar de recordar tu luz cuando haya neblina. No, olvidarse no es penar, no es arrastrar la cadena ni vivir como condena.
Por eso no hay que olvidarse, y a veces hay que parar, que de tanto galopar, el polvo suele engañar y el caballo desbocarse.