jueves, 29 de marzo de 2012

domingo, 25 de marzo de 2012

Las almas repudian todo encierro

Una ciudad que nos atrapa. Un amigo que traiciona. Una puerta que se abre. Una ventana en la que nadie asoma. Una caricia en la mañana. Una pasión. Una rabia como símbolo de acción de una generación. Una luz que ilumina. Una canción que me anima. Una lágrima que cae y que limpia una vida herida. Una calle colapsada. Un amor que no se acaba. Un político que mira hacia otro lado y no hace nada. Un respeto que se gana. Una inocencia que se pierde. Un corazón que se acelera cuando un enemigo vuelve. Un policía que me insulta. Un lugar lejos de aquí. Un sentimiento que se oculta por miedo a que dirán de mi. Una familia que se abraza. Un hermano de otra raza. Un jefe que sonríe. Un consejo que sin mas rechazás. Un atajo. Un lujo que me distrae. Una calma que me arropa si el sol cae. Un olor que trae recuerdos. Una chica que no sabe que la observo. Un álbum de fotos roto pero que aun conservo. Una libertad que hulle. Un micro que me comprende. Una venganza justa. Un secreto que se vende. Una historia sin comprender. Un cuerpo de mujer. Un beso distante. Un instante de placer. Un ayer que ya no existe. Y un mundo que nos repudia.

Nunca más

Las caras más bonitas que he conocido, soy la fotografía de un desaparecido (soy América Latina, un pueblo sin piernas pero que camina)
24/03/2012


pero los dinosaurios van a desaparecer

h - letra muda

De alguna forma es como algo implícito ¿no? Que se sabe que está ahí, que es, que tiene forma, existe. Pero claro, es muda - a diferencia de todas las demás.
Es como viajar por el laberinto del sonido de las letras sin llegar a tocarla pero teniéndola.
Es también, quizás, algo parecido al sonido del silencio. Como hablar con el otro sin llamarlo por su nombre o decir un "sos un idiota" en lugar de "te quiero"; quiero decir, como decir una cosa que de alguna forma envuelve alguna otra - aunque se trate de lo más antagónico.
¿Será interpretar? ¿Conocer? Es simplemente saber - saber que está ahí. Lo tenes en frente de tus ojos. Aunque no lo escuches. Aunque sea aquello que jamás te vaya a decir - quizás porque no haya forma ni manera de decirlo. Lo sabés, sin duda. Pero claro, vos lo queres escuchar. ¿Y sabes una cosa? No lo vas a escuchar. Porque aunque no lo veas está ahí, y vos y yo sabemos que está ahí. Al principio, en el medio o en cualquier parte de cualquier oración que saque del bolsillo.
¿Entonces por qué buscas que sea algo explícito? ¿Para qué querés darle forma a algo que es puramente más apreciable desde su lugar, desde ese escondite para nada secreto que envuelve un asunto tuyo, mío, nuestro y de todos?
Hoy soy una h. Una h muda. Quizás solo con vos - pero es lo que soy, es lo que tenés. Es lo que hay y está bien clarito como tus ojos y tu pelo feo. Es la diferencia lo que te hace ruido, te saca de tu mundo; es eso lo que no te bancas. La diferencia de algo que detestas pero que te empieza a gustar y empezas a entender, a saber un poquito más de ese nosequé nuevo, y entonces jugas - tímido, pero jugas.

revolucionario

jueves, 22 de marzo de 2012

no se entiende nada

dijo Gregorovius, suspirando -. En realidad nosotros somos como las comedias cuando uno llega al teatro en el segundo acto. Todo es muy bonito pero no se entiende nada. Los actores hablan y actúan no se sabe por qué, a causa de qué. Proyectamos en ellos nuestra propia ignorancia, y nos parecen unos locos que entran y salen muy decididos. Ya lo dije Shakespeare, por lo demás, y si no lo dijo era su deber decirlo.

miércoles, 14 de marzo de 2012

piove

Como cuando era chiquita y usaba esas pantuflas de mickey que tanto me gustaban y me acercaba a la ventana corriendo, pegaba la boca al vidrio y soplaba inflando mis cachetes de aire hasta quedar como quico. Y entonces se formaba un círculo de vapor húmedo, y estiraba los brazitos lo más que podía para alcanzar la pared, pero lo hacía sin frustrarme en el intento de algo que sabía que no iba a conseguir, porque el vidrio me superaba ampliamente en proporción.
Y entonces me volvía para agarrarte de la mano y llevarte conmigo "vení, vení papi, ¡mirá!". Y cuando hacíamos  cinco pasos tuyos y diez míos hasta llegar nuevamente a la ventana, hacía algún garabato en la mancha de vapor que había dejado en el vidrio y te mostraba con la mano y los ojos, te señalaba el cielo todo nublado y miraba las nubes blancas y grises, sin un sólo rallito de sol que asomara. Y me mirabas ya sabiendo lo que iba a decir, ya sabiendo incluso que lo iba a decir mal porque todavía me costaba pronunciar bien la palabra. Y finalmente, como vos ya sabías, yo te decía "¡Piove!", y vos me respondías "Sí, piove". Y ponías tu mano en mi pelo revolviéndomelo (pero en ese momento, claro, no me importaba que me despeines) y nos quedábamos los dos ahí paraditos, vos con tus largas piernas y yo pequeña, al lado tuyo, con tu mano en mi cabeza y los ojos en el foco de luz del farol que daba a nuestro departamento, a través del cual se veían perfectamente las gotas de lluvia grandes, nítidas y mojadas. Y toda esa lluvia alcanzaba.
Y toda esa lluvia éramos vos y yo viéndola, juntos, desde una ventana.
Qué? ¿Qué me queres decir cuando me miras así? De verdad. ¿A dónde querés llegar cuando me respondes de esa forma? No te alcanza con saber. Querés más, siempre un poco más y algo más y nada más. Como si no existiese ese límite, ese punto que te grita basta y te pide nada. Como si no te fueses a saciar. Como si no te alcanzara ni ahora ni nunca ni jamas. Como si darte significara pedir más, y más y más.
Yo también quiero. A ver, contame un poquito sobre esa manera tan peculiarmente maquiavélica que te sale, que te brota de los poros. Contame también sobre tu mirada gris y tu risa estruendosa, que me atuerde, que no es.
¿Y ellos? ¿De qué cuento de hadas salieron? ¿Quiénes son? ¿Qué vienen a hacer acá? ¿Por qué tantas preguntas? Es así, uno siempre se llena de muchas muchas muchas cuestiones que le dan vuelta la cabeza y las posibilidades son cientas y las correctas no las hay, porque no existen ni se ven. No importa si es abstracto o es concreto, ese es otro asunto. Otro que da vueltas y gira y va y viene y no es este. Lo que pasa es que no hay tal separación entre lo que es y lo que no es. Hay una línea fina, casi invisible, que se deja ver más allá del mar. Es una especie de soga presente y omnipotente que nos deja, nos amarra y nos vuelve a dejar. dejar. dejar.
Como el eco de las palabras que jamas se dijeron pero que ahí estuvieron. Como si mirarte no fuese suficiente. Milonga, y una fiesta que es nueva y distinta y transparente cada vez que bailás. Una tormenta de rayos y centellas, de soles de mañana, de mares y montañas, de casas y alpargatas. Y el haz de luna que roza una botella de vino y esa mano ya cansada de tanto tocar, de tanto sangrar y volver a tocar. De no parar. Porque quería y pedías y pedías y quería. Y entonces se perdía y el desorden triunfaba y justo ahí, solo ahí, parabas. Te detenías un instante y veías, observabas, sentías. Todo eso y sin comprender, si son tacones de punta o zapatos de charol. Sin conseguir pasar por esa línea obtusa que todo lo cruza y no te deja más que un suspiro de un ayer que se extinguió y volvió a nacer. Sin ir más allá de lo que se es, pero recorriendo, quizás todo y quizás nada, las más bonitas fincas del jardín que se perdió. Sin intentar entender lo que estabas entendiendo y no sabías de entender. Todo eso que pasaba y pasaba y simplemente pasaba.
Y todo termina en volver. Porque volviste, volví, volvimos, nos vimos, nos cruzamos, buscame, aparece, encontrame, escapate, perdete, guardame en tus noches de invierno, sabeme en los días de sol, olvidate sin olvidarme pero olvidándote y no dejes de tocar, ni de volver, ni de escapar.

Marquez

"Quiso ofrecerle una condecoración o ascenderla de grado, pero ella dió media vuelta y lo dejó plantado con sus intenciones en el aire". Dicen que es una copia no tan buena de García Márquez, pero a mi ésta Isabel Allende me encanta más.

"Y si no hay a quién dirigirse. Y si no hay a dónde dirigir los pasos. Es necesario que toda persona pueda acudir a algún sitio. A CUALQUIERA QUE SEA". Tu respuesta. La respuesta de alguien que no pone "P.D.:" sino que escribe POSDATA con todas las letras.

Ella

Aire. Aunque sea un caldo, aunque esté cargado del calor que nos rodea, aunque... mejor vos. Y ella. Ella que me asusta. Pero no se trata de la inseguridad de mi - de mi ser. El temor de ser un hilo que lo da vuelta, y se ata fuerte como nudo de marinero. Y entonces si algún día se desata, porque el arte de soltar es más turbio que el aire que me hace flotar los pelos mal recogidos que los siento en la cara, en la espalda, en los hombros. Y entonces, decía, me caigo. Porque la quiero. A ella; al nudo que se ató en torno a nuestras cejas que se asombran y se ríen y se son. Y si resultara de un momento de molestar al otro, de encontrar la unión en la desesperación de aquella avispa que le zumba y la enloquece. Y se es. Se sonríe y dibuja y baila su forma de ser. Y me amargo (¿amargo?). Se me mete en los huesos como un poquito de algo que me baja y me deja el nomegusta en el nomeolvides de una tarde pegajosa y encantadora y esas charlas de todo y de nada. En el notealejes de las dieferencias y las formas y la razón de ser que nos lleva y nos consume y nos anima. Y esa desazón de la que ya no quiero hablar porque entonces se hace real y no es mía ni de vos ni del viento ni del mar porque se vuelve concreta y palpable y me asusta y entonces pido que sea ficción, imaginación, y esa inseguridad estruendosa que se que no es y quiero que sea. ¿De dónde viene esta sensación entonces? Un estado, no más. Por eso y eso otro y aquello y lo demás, mejor brillá. Yo te veo - no quiero el opaco color de mi en tu vos espléndido que se deja ser libre como las olas del mar que se enfurece y se queja y estalla.
Y no quiero que sea real
Y la quie ro.

Silvina

"Sabés a quién te pareces con esa pinta toda bohemia, vistiéndote así, yéndote de mochilera y leyendo esas cosas" me dijiste mirándome de arriba-abajo como si te hubiera caído alguna ficha misteriosa (refiriéndote con "esas cosas" que leo a Cortázar e Isabel Allende, ¡qué mujer!). Pero te pregunté a quién, imaginando quizás mil respuestas menos la que me diste. ¿De verdad? Y de alguna forma me veo de afuera y me pongo a pensarlo, y somos tan parecidas que parecemos hermanas. Esas hermanas que alguna vez quizás pudimos llegar a ser y nunca terminamos siendo.
Y capaz, en una de esas, me dejó más de lo que yo sospechaba. Además de que la ponía en la escala más alta de mis ideales, de que admiraba sus palabras, sus puteadas, sus lecturas, su forma y su vida. Quizás además de todo eso o, justamente todo eso, haya dejado una huella enorme que termina en cía y me conforma a mi. No a Lu, sino a Lucía.
Capaz, en el fondo, me completa. Como una parte de él, terrenal, que se quedó en mi yo espiritual para no irse ni hoy, ni mañana ni nunca más.

tin tan tum

Estoy. Y soy. Y ya me empezabas a gustar casi de nuevo y le volvía a encontrar ese saborcito dulzón tan particular y encantador a tu sonrisa infantil y cautivadora. Pero te soñé tantas veces esa noche que volvió el tedio. Ahora escribo sobre una idea, sobre algo que tengo en mente. No, no tiro lo que primero se me viene a la mente. Ahora quizás esté más cerca de describir un estado que de cualquier otra cosa. 
Entonces vuelvo y otra vez estoy acá. Pero vuelvo a intentarlo y trato de ir de nuevo hacia atrás y comprender, decifrar la clave de la maquinaria que opera dentro mío y me dice que sí y que no y que sí y que no y de nuevo que sí como si fuese un cd rayado, un disco duro arruinado. 
Histeria. Una patología típica de la ciudad porteña, del calor y las luces, del tráfico y los ruidos, la gente bañada en idas y vueltas que gira y va y viene y tropieza y ni siquiera se detiene un segundo a mirar por donde camina, a mirar el cielo azul o la persona que pasa por al lado. No existe el tiempo ni el reloj porque todo es un sin fin de cosas que se suceden y estamos perdidos, encontrándonos sin quererlo y sin saberlo, en el medio de ese gran agujero que nos abruma, que nos consume, que nos envuelve. 
Y todo eso no es ajeno a que después la gente, nosotros sin ir más lejos, digamos que sí, querramos con locura, y al rato se escuche un grito ahogado de dos letras cargado de peso y temor. Dos letras. N y O. Y un signo de exclamación infinito que nos dice que no tiene fin y que vino para irse para volver y volver a irse. 
Y se trata de que hoy no tenes los ojitos celestes más chiquitos y pícaros que haya, tenes unos ojitos celestes insulsos que mejor que no me miren porque no tengo ganas. Hoy no sos ese hombre con sonrisa de nene. No sos las ganas de sacarte la camisa y arrancarte cada botón y decirte al oído, despacito, casi en un susurro, un tin tan tum que nos enloquezca y nos llene de todo cada pedazo de nada. Porque aunque seas todo eso, hoy me cansé, me fastidié. Hoy no quiero. Y ayer que no pensaba en vos y no creía querer, quise de la manera más chiquita y bonita. Y hoy es inmensa la sensación, y un temor abrumador que lo baña todo y no quiere más. 
Hoy andate.
Pero volvé.

Amor líquido V

Y está ciega mi mirada sin tu luz. Yo canto para abrazarte. Yo canto para librarme de las cadenas negras de ideas y palabras que trazan una línea en el agua dividiendo lo indivisible, vos y yo. Uno y uno y uno en uno y uno a uno y todo en uno en mí. Yo canto para escucharte porque tu voz es la melodía. Canto para nombrarte en incontables nombres y rostros y señales.
Esas ganas de llamarte y salir corriendo y ordenarte, exigirte que me mires para que se acomode mi mundo (un poco de conformismo, che: con que se acomode mi cabeza me alcanza; como si el mundo ahora dependiera de vos, de mi, de ellos que sólo saben de ir y venir y mover todas las fichas como si fueran marionetas de un circo que se apaga, se vuelve oscuro y negro pero no se baja el telón. ¿Y si así lo fuera?). ¿Qué te pasa? ¿Qué sentís? No me vengas con todo eso porque no quiero. Quiero decirte y si me arrepiento al segundo irme porque la culpa no existe y el dolor no es tal (ya pasó, ya subimos, más-allá-de-todo; estamos en algún plano diferente que nos deja y nos empuja). Y si me quiero quedar, quedarme, entonces, hasta que salga el sol o se vayan las estrellas (que siempre están y no se van; que no se van pero dejamos de ver). El cielo azul y vos ahí, con esos rulos negros, esas orejas de elefante de cuento infantil y esa sonrisa de propaganda. Y yo acá. Mientras vos sos eso, yo no; me hago de algún nosequé aparte (eso que capaz ni siquiera te guste). Y aunque no estés dispuesto a verme, porque no te interesa o no te parece lo mejor, insisto porque sí. Sin motivo - sin razón. Dejame. Dejame ser y soltate un poco. Caigamos juntos pero subuamos, sin estar de la mano, sin nada. De estar sólos pero acompañados; entendeme. Hagamos un poquito de eso y voilá: disfrutemos en nuestra ex-tra-ña unión.
Mírame, te ordeno mirar: podría ser mi suerte tu destino
Pero el agua falta y el árbol se seca; el sol no lo besa, tan solo lo quema. Voy escalando el cerro mayor y la llanura se expande a mi lado.
Calma, calma esa bronca y ese dolor cálmalo
que sé yo 
Porque estás. Resulta de una tarde con amigos y una viola de por medio y vos ahí, en algún plano diferente que de alguna forma roza su punta con el vértice de lo que vivo y se conjuga. "Ángulos conjugados" veíamos en su carpeta de séptimo, que en esa época nos parecía una locura y ahora se trata de alguna cosa sencilla y poco misteriosa. Como nuestra historia, y la de ellos y la de todos. Y te traigo porque sino lo hago estás igual, como una sombra que me oscurece, me opaca y me detiene. ¿Y por qué convertirte en eso? Y si estás, entonces bueno, estate bien plantado, nada de cosas a medias porque entonces todo huele a turbio y las flores se tiñen de un sin-brillo que no lo vemos pero se percibe. Bueno, entonces vení, te traigo de los pelos, te estiro los rulos, te dejo en silencio.
Rebota intenso, un latido abriéndome el pecho; y en un segundo se multiplica y se hace estallidos.
Imagen de almas, que me recuerdas a toda ausencia.
El silencio será todo un tiempo para esperar.
Es otra cosa. Es como una página de otra historia metida entre las tantas de un libro. Es una mezcla espiritual y terrenal de eso que alguna vez fue solamente terrenal, de eso que alguna vez fue solamente espiritual. Es un sin fin de encuentros, de sueños, de días. Es un sin fin de nosotros que se funde en esa salida de sol que nos deja ser y nos vuelve a ser. Y si se trata solo de nosotros, si realmente tiene que ver que un vos y un yo unidos en un nosotros que nos alcanza, nos abraza y nos vuelve a separar. ¿Entonces qué? ¿Qué hacemos ahora? ¿Qué es todo esto? Pero ahora nos hacemos de una desconexión, de un doble plano totalmente distinto en el que no nos cruzamos ni siquiera con las ganas, ni siquiera con la razón de buscar un motivo para encontrarnos. Estemos separados, entonces, pero en ese plano aparte, en esa tercera dimensión que nos une a la distancia y no te deja saber que vos estás, y no me deja saber que yo estoy, si es que estoy, si es que estoy...
Esta conciencia es tan ilógica, sé, que ahí me ahogo, me encuentro y vuelvo a nacer. Un retrato de vos, un paisaje, una flor, los días de fiebre. Mientras miras cristales estallándome; hundido, tan lejano y mas fugaz, vuelvo a tu raíz
Entonces, me parece, pienso, creo, opino, estoy casi segura
que lo mejor es que dejemos de ser lo que intentamos ser y empecemos a ser, simplemente, eso que somos. A hacernos, a dejarnos, a tenernos pero a soltarnos. A gritar, a llorar, patalear. A ver las luces de la ciudad en la noche que llueve y nos besa de nuevo, y nos hace reír, y nos hace callar; nos hace estar para sabernos y  entendernos aunque no comprendamos ni un hilo de lo que nos mueve, de lo que se cruza por tu cabeza, de lo que atraviesa mi cuerpo.
Y me parece, pienso, creo, opino, estoy casi segura
que lo mejor es que cantemos li-ber-tad
Necesito tu perdón, necesito verte hoy.
Si al final siempre el tiempo se va donde caen los días. Si al final abrazarse al dolor no nos deja brillar. Dime que será, ¿qué será de los dos cuando pase la vida? Algo ocurrirá, tengo una sensación, una carta guardada, un buen signo del sol. Nada es para siempre
Si pudiéramos hablar, si pudiéramos dejarlo.
El azar nos permite cambiar nuestro incierto destino. El temor que nos puede vencer sin mirar más allá. Yo creo que al final nunca sé dónde voy pero sigo un camino. 

Voy, vengo, voy, vengo

Voy, vengo, voy, vengo. ¿Qué? ¿Cómo? No entiendo. Te busco. Te encuentro. Me aburro. No, me fastidio. Me aburro de mi. Te alejo. Pero entonces ya te quiero de nuevo. Escena. No hagas eso porque te voy a hacer una escena. Te la estoy por hacer. Y vos lo pedís. Lo pedís casi a gritos, con ese tonito de nene de infantes pidiendo un caramelo. ¿La querías? Ahí la tenés. Toda tuya. Con gritos y hasta algún manotazo. Histeria a flor de piel. Así que no me molestes más. Y entonces me calmas. Porque quizás solo busques mi escena para calmarme y quizás solo te haga la escena para que me calmes. Y no te alejas, y me alejo, pero no quiero. Quiero y no quiero. E-ter-na contradicción. Una y mil veces. Todo el tiempo. Ahora peleamos. Porque siempre peleamos. Porque así funcionamos. Somos dos máquinas que a veces se ablandan y a veces se apagan y a veces se duermen y sino estamos constantemente en funcionamiento, sin off. Y somos dos máquinas explicitamente de pelear. Peleamos. Porque me gusta. Y te contagié. Eso que odiabas, que te hizo alejarte, ahora te encanta. Y sos parte del vicio. El vicio de la pelea, la burla, la queja, la eterna dis-cu-sión. Y nos encontramos siempre ahí, en el mismo lugar. Aunque una vez me tuviste que buscar. Me buscaste por los motivos equivocados pero me terminaste encontrando. Sí, cuando ya no te tenía fe y te estaba por llamar, apareciste. El cigarrillo consumiéndose, casi por la mitad, y el final del capítulo de ese libro, el final de ese capítulo, ese que me estaba volviendo loca, que no podía dejar de leer y releer y entender y no-entender. Porque era tan efímero meterse en la cabeza de Oliveira, en la cabeza de Cortázar, en la raíz de dónde brotaban cada una de las palabras. El origen mismo se perdía y renovaba cada vez que lo leí y lo intentaba. Y volvía. Voy, vengo, voy, vengo. Y es así. Así somos. Así funcionamos. Y sino es así no es. Peleamos y nos cargamos de histeria y de reproches y de un pasado que nunca deja de ser presente porque lo traemos de los pelos una y otra y otra vez, y nos abusamos, nos aprovechamos de él para seguir quejádonos, para seguir discutiendo y así pelear por la razón. La maldita razón que parecemos perder cuando nos encontramos. Y entonces nos miramos. Te saco la lengua, me haces una mueca y sin más, sin poder otra cosa, sonrío. Y esquivo a veces y otras no, ese abrazo que sale de vos a continuación.
Y así una y otra vez, eternamente, cambiando el tema pero nunca la mecánica, haciéndonos a cada instante, en cada letra que pronunciamos, en cada cuadra que cruzamos y entonces como no cruzamos por donde yo quería y te diste media vuelta y caminaste hacia la esquina me planto y desato un aluvión que no se termina sino en el eterno final que no se acaba. Y palpita siempre. Y a veces pasa pero vuelve. Vuelve y no se va. Y se hace invisible, transparente, pero de repente toma forma y figura y se hace tridimensional. Y otra vez te grito y vos suspiras, como si eso fuese a ahuyentar a mi histeria en vez de avivarla, de hacerla grande y prenderla fuego. Y así vuelvo. Porque a veces me voy y no te veo, y se me nubla la mirada y el andar desaparece y estoy en un fondo borroso con una lupa sobre el signo de admiración que sale detrás de cada sí-la-ba. ¿Qué pasó? Vuelvo. Pero cuando no te encuentro me contradigo. Me pierdo encontrándote cuando no me das lo que busco (lo que somos). Cuando no te tengo enfrente para matarnos, atarnos, odiarnos si hace falta. Cuando no estás. Entonces no soy. Porque últimamente pasa que soy cuando te busco, cuando te encuentro y cuando estás. Y no existe que no estés. Pero cuando estás y no me queres... en esos momentos te odio. Me odio. No quiero. Todo es un no. Un no enorme y gigante con mayúsculas y carteles luminosos. Un no que pone en negativo toda la periferia y el centro mismo de las cosas. Entonces decime algo, contame algo, volvé pero no vuelvas. Pero volvé un poco y sé lo que busco, así lo encuentro y me calmo y armamos la escena a distancia, sin hacer escena pero haciéndola igual. Una escena endógena, imperceptible al mundo, que brota, que grita, que llama. Volvamos. No te aguanto, y vos te aburris, y yo estoy peor y nada es como es porque todo es como es. Y entonces el principio y el final de la e-ter-na discusión eterna con-tra-di-cción e-ter-no final. Así siempre. No me diste. No me sacaste. No me calmaste. Escribí. Final alternativo y el recuerdo de ese abril en el que las nubes eran grisis y a veces blancas y esponjosas y un poco sucias y no llovía pero hacía frío, un frío como ese frío que me congela los huesos y me hace usar tanta ropa que me vuelvo acolchonada.

lunes, 5 de marzo de 2012

El arte de jugar a la play

un encuentro era lo menos casual

y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

La mejor forma de pensar en el otro

- ¡Estás aburrida! ¡Estás aburrida y lo sabes, no estarías aquí si algo no te faltara!
- ¡Arrogante! ¡Maldito desgraciado!
- ¿Quieres quedarte conmigo?
- ¿Quedarme contigo? ¿Para qué? ¿No te das cuenta? ¡Ya estamos peleando!
- ¿Y qué? ¡Siempre lo hacemos! Es normal. Tú solo dime cuando me comporte como un maldito arrogante y yo te diré cuando me irrites (que por cierto, lo haces la mayoría del tiempo). No me da miedo herir tus sentimientos.
- ¿Y qué?
- No va a ser nada fácil. Va a ser muy duro, tendremos que trabajar en esto todos los malditos días y me gustaría hacerlo porque te quiero. Quiero que estés conmigo para siempre, solo tú y yo. ¿Puedes hacer algo por mi? Imagina como sería tu vida dentro de 40 o 30 años ¿Cómo la imaginas? Si él está en lo que ves, vete, lárgate, ya te perdi una vez y creo que podría volver a soportarlo. Si eso es lo que quieres, bien, pero no tomes el camino fácil.
- ¿Qué camino fácil? No hay camino fácil. Haga lo que haga alguien saldrá herido.
- Deja de pensar en lo que los demás quieren. Deja de pensar en lo que yo quiero, en lo que él quiere, en lo que tus padres quieren. ¿TU qué quieres? ¿Qué es lo que tu quieres?
- No es tan simple...
- ¿Qué es lo que tú quieres?

Eterno Final

Y vos ahí, siempre con tus quejas y tus negaciones, con tus dos guantes de boxeo y el cinturón ajustado, listo para la pelea. Con tu filosofía barata y tus zapatos de goma, ostencioso, orgulloso de sentirte diferente, demostrando una falsa seguridad (una de esas que a penas vos te creés). Una aparente indiferencia pero con un trato incapaz de ser ordinario. Un suspiro, cada tanto, que deja escapar cuánto te perturba la situación, la discusión, la colgadez, la embobación. Y el eterno final malhumorado, que parece nunca cambiar (y peor: que parece estar ahí listo, siempre aguardando, y nunca terminar, ni ceder, ni dejarse perder).

sin sen tido

Me da vértigo el punto muerto y la marcha atrás, vivir en los atascos, los frenos automáticos y el olor a gasoil.
Me angustia el cruce de miradas, la doble dirección de las palabras y el obsceno guiñar de los semáforos.
Me da pena la vida, los cambios de sentido, las señales de stop y los pasos perdidos.
Me agobian las medianas, las frases que están hechas, los que nunca saludan y los malos profetas.
Me fatigan los dioses bajados del Olimpo a conquistar la Tierra y los necios de espíritu.
Me entristecen quienes me venden clines en los pasos de cebra, los que enferman de cáncer y los que sólo son simples marionetas.
Me aplasta la hermosura de los cuerpos perfectos, las sirenas que ululan en las noches de fiesta, los códigos de barras, el baile de etiquetas.
Me arruinan las prisas y las faltas de estilo, el paso obligatorio, las tardes de domingo y hasta la línea recta.
Me enervan los que no tienen dudas y aquellos que se aferran a sus ideales sobre los de cualquiera.
Me cansa tanto tráfico y tanto sin sentido, parado frente al mar mientras que el mundo gira.

Lo absoluto

-Lo absoluto -decía la Maga, pateando una piedrita de charco en charco-. ¿Qué es un absoluto, Horacio?
-Mirá -dijo Oliveira-, viene a ser ese momento en que algo logra su máxima profundidad, su máximo alcance, su máximo sentido, y deja por completo de ser interesante.

Rayuela - Julio Cortázar

todas las hojas son del cielo

(menos la luz del sol)

Estados

"¿No escribís?" te pregunté. Me respondiste que no, que no era que no te gustara pero que te costaba llegar a la gente. "No hay que escribir siempre para el otro" te contesté.
"Escribo estados" fue todo lo que dijiste. Y entonces, ante mi mirada curiosa, me contaste que eso de "los estados" estaba muy encasillado. "Estás triste, feliz, pero ¿qué es estar triste o feliz? ¿y si mi ánimo no tiene que ver con ninguna de esas estipulaciones sociales? se supone que todos las entendemos y que siempre encontramos un lugar para ubicarnos, pero hay veces que no".
Entonces, escribís sobre los estados. Algo que te parece sumamente complicado (y eso es, justamente, lo que en muchos casos te termina llevando a no escribir nada). "Claro, ¿cómo encontrás palabras para un estado anímico?" te solté, imaginando el intento de hacer concreta la mismísima abstracción.
Te escuchaba, y mientras lo hacía había dejado de pensar en tu boca, tu pelo ya crecido aunque todavía cortito, y hasta en el sillón que tan a mal traer me estaba teniendo. Por un momento, casi sin quererlo, me soltaste una idea. Algo que no esperaba; algo que me daban ganas de seguir escuchando(te). Algo que tenía bastante sentido y, sin embargo, sonaba nuevo y distinto. Algo que, en definitiva, me distrajo. No fue un libro, ni una película, ni una canción como yo hubiera querido. No fue eso y hasta podría decirse que lo hiciste sin la más mínima intención de hacerlo. Pero ahí estabas, respondiendo a mi pregunta con algo que me había entretenido.
Tus ojos claros se hicieron chiquitos cuando me notaste colgada en lo que decías y entonces, te reíste. "¿De qué te reís?" te pregunté entre fastidiosa y divertida. "El sillón" pensé. Y vos, con esa cara de nene de jardín y los dos primeros botones de la camisa desabrochados (una combinación peligrosa) dijiste "De cómo reaccionaste". Sí, otra vez el sillón. Casi te reías. Y aunque habías vuelto a eso de lo que yo no sabía como huír, aunque por un momento hubiera parecido que íbamos hacia el mismo lado y nos entendíamos, fue tu risa, tu cara, esa diversión que te causaban mis travesuras; fue la noche y volvimos al ruedo.
Salimos de los estados y las palabras y yo caí, una vez más y sin poder zafarme, en esa eterna contradicción que me acompañó desde que te vi. Esa agradable sensación que me producía escuchar lo que tenías para decir - sencillo, concreto e interesante - y esas ganas locas de callarte; de no hablar, ni saber, ni entender, ni dejar. Ese nosequé que me tiraba para los dos lados, que me gritaba que sí y que no al mismo tiempo. ¿Y entonces? Era tan sencillo como no tener ni la menor idea de lo que quería, y ahí vos, claro, bailando el candombe.
Ahora contame, ¿cuál es tu estado?

Falta envido

Qué aburrido. Resulta que me podés ganar y la gracia está precisamente en que no lo hagas, porque si lo haces se acaba el juego. 
Y entonces nos dejamos de divertir, y lo que es aún peor, nos dejamos de jugar y de engañar. Ganaste – que al fin y al cabo es siempre la meta – pero se te hizo tan fácil que se volvió aburrido. No fue una derrota dulce – casi más dulce que cualquier victoria posible -. No, no entendiste. No supiste comprender que hacerme perder no era lo mismo que ganarme. Vos, claro, con tu galantería ostentosa, lo arruinaste todo. 

¿Por qué mejor no lo gritás y me hacés morder el anzuelo, simulando que mentís cuando en realidad lo tenés todo? ¿Por qué no sacarme ventaja despacito, sin correr al tiempo, palpitando mi derrota y saboreando el triunfo?
¿Por qué no ponés ese tonito de voz cómplice – ese que me encanta – y me cantás un truco que sabes que siempre voy a aceptar por más de que se te note la mentira en la cara? Y así, preguntándome cómo no hacerlo y, claro, sin encontrar la respuesta, voy a darte los puntos que ya sabía que iba a perder. Y va a ser una batalla perdida y sin retorno en la que voy a incurrir una y otra vez. Pero escucharte decirlo y enfrentarme a tus ojos, achinados de esa manera tan particularmente pícara, lo va a valer todo. 


Sí, tampoco te niego que el "falta envido" así, a flor de piel, no tenga lo suyo. Te la jugaste a todo o nada y, dudando, parece casi interesante. Y quizás sea  sólo en ese instante cuando tenes el control del juego; donde yo me pregunto qué hacer y vos estás tranquilo, imponente, con la frente alta, bien seguro de haber cantado. Y entonces... entonces se crea un momento en donde el todo o la nada de nuestra propia nada puede estar ahí para, al fin, ser algo. Algo mío de vos. Y toda esa personalidad tuya que me hace sombra se sigue mostrando segura de poder ganar esta vez, otra vez. Te llevaste los puntos sin ganarme y fugazmente lo perdimos todo. 


Final del juego, diría Cortázar. Todo por hacerte el guapo. En cinco minutos liquidaste un asunto que podría haber sido todo una historia – otra historia –. Y pienso: Lo lindo - al menos por unos segundos - de verte tan concentrado en mí, es quizás lo único que me hubiera motivado a cantarte alguna vez algo tan insulso y enorme como el falta envido. Tus ojos fijos, intentando descubrir lo que hay detrás de los míos, descifrando qué verdad escondo o qué mentira te digo. 


Pero no. No funcionó. Ganaste sin ganar nada. No me sacaste cuatro puntos de allá por alguna jugada maestra, o dos de acá por hacerme arrugar; cinco si me subiste, con confianza, firme, sin titubear. No. No jugamos. No fue un tire y afloje. Se acabaron las miradas, las señas, las mentiras y hasta las verdades. 

Por eso me aburre. Por eso mejor... seguir jugando.

Julián Ruccio - Lucía Vincenti