miércoles, 14 de marzo de 2012

Qué? ¿Qué me queres decir cuando me miras así? De verdad. ¿A dónde querés llegar cuando me respondes de esa forma? No te alcanza con saber. Querés más, siempre un poco más y algo más y nada más. Como si no existiese ese límite, ese punto que te grita basta y te pide nada. Como si no te fueses a saciar. Como si no te alcanzara ni ahora ni nunca ni jamas. Como si darte significara pedir más, y más y más.
Yo también quiero. A ver, contame un poquito sobre esa manera tan peculiarmente maquiavélica que te sale, que te brota de los poros. Contame también sobre tu mirada gris y tu risa estruendosa, que me atuerde, que no es.
¿Y ellos? ¿De qué cuento de hadas salieron? ¿Quiénes son? ¿Qué vienen a hacer acá? ¿Por qué tantas preguntas? Es así, uno siempre se llena de muchas muchas muchas cuestiones que le dan vuelta la cabeza y las posibilidades son cientas y las correctas no las hay, porque no existen ni se ven. No importa si es abstracto o es concreto, ese es otro asunto. Otro que da vueltas y gira y va y viene y no es este. Lo que pasa es que no hay tal separación entre lo que es y lo que no es. Hay una línea fina, casi invisible, que se deja ver más allá del mar. Es una especie de soga presente y omnipotente que nos deja, nos amarra y nos vuelve a dejar. dejar. dejar.
Como el eco de las palabras que jamas se dijeron pero que ahí estuvieron. Como si mirarte no fuese suficiente. Milonga, y una fiesta que es nueva y distinta y transparente cada vez que bailás. Una tormenta de rayos y centellas, de soles de mañana, de mares y montañas, de casas y alpargatas. Y el haz de luna que roza una botella de vino y esa mano ya cansada de tanto tocar, de tanto sangrar y volver a tocar. De no parar. Porque quería y pedías y pedías y quería. Y entonces se perdía y el desorden triunfaba y justo ahí, solo ahí, parabas. Te detenías un instante y veías, observabas, sentías. Todo eso y sin comprender, si son tacones de punta o zapatos de charol. Sin conseguir pasar por esa línea obtusa que todo lo cruza y no te deja más que un suspiro de un ayer que se extinguió y volvió a nacer. Sin ir más allá de lo que se es, pero recorriendo, quizás todo y quizás nada, las más bonitas fincas del jardín que se perdió. Sin intentar entender lo que estabas entendiendo y no sabías de entender. Todo eso que pasaba y pasaba y simplemente pasaba.
Y todo termina en volver. Porque volviste, volví, volvimos, nos vimos, nos cruzamos, buscame, aparece, encontrame, escapate, perdete, guardame en tus noches de invierno, sabeme en los días de sol, olvidate sin olvidarme pero olvidándote y no dejes de tocar, ni de volver, ni de escapar.

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