lunes, 5 de marzo de 2012

Falta envido

Qué aburrido. Resulta que me podés ganar y la gracia está precisamente en que no lo hagas, porque si lo haces se acaba el juego. 
Y entonces nos dejamos de divertir, y lo que es aún peor, nos dejamos de jugar y de engañar. Ganaste – que al fin y al cabo es siempre la meta – pero se te hizo tan fácil que se volvió aburrido. No fue una derrota dulce – casi más dulce que cualquier victoria posible -. No, no entendiste. No supiste comprender que hacerme perder no era lo mismo que ganarme. Vos, claro, con tu galantería ostentosa, lo arruinaste todo. 

¿Por qué mejor no lo gritás y me hacés morder el anzuelo, simulando que mentís cuando en realidad lo tenés todo? ¿Por qué no sacarme ventaja despacito, sin correr al tiempo, palpitando mi derrota y saboreando el triunfo?
¿Por qué no ponés ese tonito de voz cómplice – ese que me encanta – y me cantás un truco que sabes que siempre voy a aceptar por más de que se te note la mentira en la cara? Y así, preguntándome cómo no hacerlo y, claro, sin encontrar la respuesta, voy a darte los puntos que ya sabía que iba a perder. Y va a ser una batalla perdida y sin retorno en la que voy a incurrir una y otra vez. Pero escucharte decirlo y enfrentarme a tus ojos, achinados de esa manera tan particularmente pícara, lo va a valer todo. 


Sí, tampoco te niego que el "falta envido" así, a flor de piel, no tenga lo suyo. Te la jugaste a todo o nada y, dudando, parece casi interesante. Y quizás sea  sólo en ese instante cuando tenes el control del juego; donde yo me pregunto qué hacer y vos estás tranquilo, imponente, con la frente alta, bien seguro de haber cantado. Y entonces... entonces se crea un momento en donde el todo o la nada de nuestra propia nada puede estar ahí para, al fin, ser algo. Algo mío de vos. Y toda esa personalidad tuya que me hace sombra se sigue mostrando segura de poder ganar esta vez, otra vez. Te llevaste los puntos sin ganarme y fugazmente lo perdimos todo. 


Final del juego, diría Cortázar. Todo por hacerte el guapo. En cinco minutos liquidaste un asunto que podría haber sido todo una historia – otra historia –. Y pienso: Lo lindo - al menos por unos segundos - de verte tan concentrado en mí, es quizás lo único que me hubiera motivado a cantarte alguna vez algo tan insulso y enorme como el falta envido. Tus ojos fijos, intentando descubrir lo que hay detrás de los míos, descifrando qué verdad escondo o qué mentira te digo. 


Pero no. No funcionó. Ganaste sin ganar nada. No me sacaste cuatro puntos de allá por alguna jugada maestra, o dos de acá por hacerme arrugar; cinco si me subiste, con confianza, firme, sin titubear. No. No jugamos. No fue un tire y afloje. Se acabaron las miradas, las señas, las mentiras y hasta las verdades. 

Por eso me aburre. Por eso mejor... seguir jugando.

Julián Ruccio - Lucía Vincenti

No hay comentarios:

Publicar un comentario