miércoles, 14 de marzo de 2012

tin tan tum

Estoy. Y soy. Y ya me empezabas a gustar casi de nuevo y le volvía a encontrar ese saborcito dulzón tan particular y encantador a tu sonrisa infantil y cautivadora. Pero te soñé tantas veces esa noche que volvió el tedio. Ahora escribo sobre una idea, sobre algo que tengo en mente. No, no tiro lo que primero se me viene a la mente. Ahora quizás esté más cerca de describir un estado que de cualquier otra cosa. 
Entonces vuelvo y otra vez estoy acá. Pero vuelvo a intentarlo y trato de ir de nuevo hacia atrás y comprender, decifrar la clave de la maquinaria que opera dentro mío y me dice que sí y que no y que sí y que no y de nuevo que sí como si fuese un cd rayado, un disco duro arruinado. 
Histeria. Una patología típica de la ciudad porteña, del calor y las luces, del tráfico y los ruidos, la gente bañada en idas y vueltas que gira y va y viene y tropieza y ni siquiera se detiene un segundo a mirar por donde camina, a mirar el cielo azul o la persona que pasa por al lado. No existe el tiempo ni el reloj porque todo es un sin fin de cosas que se suceden y estamos perdidos, encontrándonos sin quererlo y sin saberlo, en el medio de ese gran agujero que nos abruma, que nos consume, que nos envuelve. 
Y todo eso no es ajeno a que después la gente, nosotros sin ir más lejos, digamos que sí, querramos con locura, y al rato se escuche un grito ahogado de dos letras cargado de peso y temor. Dos letras. N y O. Y un signo de exclamación infinito que nos dice que no tiene fin y que vino para irse para volver y volver a irse. 
Y se trata de que hoy no tenes los ojitos celestes más chiquitos y pícaros que haya, tenes unos ojitos celestes insulsos que mejor que no me miren porque no tengo ganas. Hoy no sos ese hombre con sonrisa de nene. No sos las ganas de sacarte la camisa y arrancarte cada botón y decirte al oído, despacito, casi en un susurro, un tin tan tum que nos enloquezca y nos llene de todo cada pedazo de nada. Porque aunque seas todo eso, hoy me cansé, me fastidié. Hoy no quiero. Y ayer que no pensaba en vos y no creía querer, quise de la manera más chiquita y bonita. Y hoy es inmensa la sensación, y un temor abrumador que lo baña todo y no quiere más. 
Hoy andate.
Pero volvé.

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