miércoles, 18 de abril de 2012

laputamadre

Te fuiste de viaje. Y no te fuiste quince días, dos semanas ni tres meses. Te fuiste a vivir un año a Irlanda - pero no dejemos de recalcar que te fuiste de viaje, con lo cual implicitamos que vas a volver, porque justamente un viaje se trata de eso: de ir, estar, vivir y volver para seguir estando y viviendo acá, con tus cosas, tu casa, tu familia, tus amigos, conmigo, con nosotros. Así que eso, básicamente soy una máquina de darme explicaciones lógicas que me lleven a caminos que terminen en tu regreso y, sobre todo, en lo poco racional que sería que te quedes allá (aunque, para ser sinceros... me dejan esa incertidumbre que flota en el aire, me envuelve y me pone algo triste). 
No sé si vas a volver o no. Decidí dejar de pensar en eso en este mismísimo momento. ¡Te acabas de ir! Basta de ser esa persona egoísta que no sale de sí. Ayer me mandaste el mail más lindo de todos los que nos venimos mandando. Es que me contabas que ya andas con tus dudas, tus preocupaciones, el tema del dinero, de si salir a recorrer, de buscar laburo, de compartir una habitación con tanta gente, del sentimiento de pertenencia - reitero, no olvidemos que estás de visita allá. Y hablaste de que todo eso que se te pasaba por la cabeza y te dejaba pensando, a veces más preocupado que otras, podía llegar a implicar un día más opaco que brillante. Te cuento: nada más errado que eso. Estás viviendo, amigo. Estás conociendo y creciendo y tomando esas responsabilidades de las que acá, en nuestra ruidosa capital, no tenemos la necesidad de hacernos cargo. Contamos con la suerte de tener a nuestros papás pisándonos los talones, espiándonos siempre desde alguna esquina para controlar que no nos pase nada, que no nos demos la cabeza contra la pared - aunque no sepan (o no quieran saber) que tal cosa es inevitable y que no hay nada más saludable que eso. Irónico ¿no?
Es la primera vez que pudo escribir sobre tu partida. Me dejaste sin palabras, sin tiempo. No me alcanzaron las horas que pasaron desde el momento en que me enteré y el momento en que te fuiste para asimilar esa realidad que me pusiste frente a la cara. Nos vimos 5 días seguidos, compartimos charlas, almuerzos, fasos y vida, y te fuiste. ¡Zaz! Llegó el día. Y ahora estás allá y confío fervientemente en que no te va a tragar el sistema. A vos no. Vos no me vas a venir con eso de "Te volvés capitalista, ¿qué queres que te diga? Estás allá y te das cuenta que el sistema funciona y que no hay tal crisis". Vos con vos y nuestras cosas.
Me encanta leerte. Espero que no abandones ese loco-blog que te hiciste, con el que me haces reír y conocerte siempre un poquito más. 
Si te dijera que te quiero, sería trillado (ya lo sabés de sobra). Si te mandara un abrazo enorme, me quedaría corta. Mejor te cuento que no encuentro por ningún lado el pequeño bic verde que me dejaste ese lindo lunes que compartimos con nuestros amigos antes de irte. Es algo que suele pasarme seguido con los encendedores, pero... ¡ufa!

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