sábado, 14 de noviembre de 2015

desencantos

Te extraño. Más claro echale agua. 
Y no es que extrañe verte (aunque también). Extraño tu esencia cuando éramos en días de invierno y verano y pasábamos las tardes y las noches al ritmo de un sin-fin de sin-sentidos significados por nuestros delirios racionales de momento, que se hacían de un algo imperceptible que llegábamos a captar y entones empezaba ese laberinto sin-principio-ni-final que nos apurábamos en recorrer y que improvisábamos al compás de sonrisas, miradas, palabras y no mucho más. Y se nos pasaban las vueltas del reloj jugando como niños adultos, entre María Elena Walsh, un par de  tizas de color, tu voz en la guitarra mientras mi yo en una siesta, y las películas de Chaplin o los cortos, algún cuento de Cortázar y siempre así, ese camino que fluía entre mi vos y tu yo.
Y ahora no te encuentro. No te busco ni paso por esos senderos hace mucho tiempo. No te encuentro en lo espontáneo. Quizás, de broma en broma en el 2022 nos lleguemos a encontrar, quizás mañana, quizás en algún momento, en alguna calle empedrada o en algún piso de madera. Pero... el pero corta. Pero es objeción. El pero niega todo lo antedicho. El pero es la verdad. ¿Pero y si no? Entonces escribo, para encontrarme con vos en mi desde algún lugar, que por más abstracto que sea me hace de atajo, de trampa a la distancia, a la tensión, a ese cambio grisáceo de sabor amargo mate en el que no nos encontramos más, porque cuando me encontras no estoy, como si te invitara a jugar a las escondidas en un espacio oscuro, donde tal vez estemos al lado pero no podamos vernos, como si faltara luz, como una percepción fallida; y cuando te encuentro vos no estás, como si un témpano lleno de frío y más frío pidiese la misma luz, el mismo fuego de colores que se nos perdió por ahí y nos dejó a ciegas en ese laberinto de delirios
des-encontrados. 

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