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sábado, 9 de abril de 2011

"El lujo es vulgaridad", dijo y me con qui s tó

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Julio Cortázar

una sensación como de poder dar un paso adelante, un paso de verdad, algo sin pies y sin piernas, un paso en mitad de una pared de piedra, y poder meterse ahí y avanzar y salvarse de lo otro, de la lluvia en la cara y el agua en los zapatos. Una alegría, una mano debajo la piel apretándole el estómago, una esperanza, si una palabra así podía pensarse, si para él era posible que algo inasible y confuso se agolpara bajo una noción de esperanza, era demasiado idiota, era increíblemente hermoso y ya se iba, se alejaba bajo la lluvia

Charly García

Yo canto para alcanzarte (atravesando todo el azul). Yo canto para mostrarte que sangro igual que vos y está oscuro en ésta cárcel (que soy desde que tengo memoria) - y está ciega mi mirada sin tu luz.

Yo canto para abrazarte (porque entenderte ya no me basta). Yo canto para librarme de las cadenas negras de ideas y palabras que trazan una línea en el agua dividiendo lo indivisible.

Yo canto para escucharte (porque tu voz es la melodía). Yo canto para nombrarte en incontables nombres y rostros y señales - la gota de agua, el pan, los trigales.

Cada ser humano es único, con sus propias cualidades, instintos, formas de placer, búsqueda de aventura. Pero la sociedad termina imponiendo una forma colectiva de actuar, y las personas no se detienen para preguntarse por qué es necesario que se comporten así. Se limitan a aceptarlo, como los dactilógrafos aceptaron el hecho de que QWERTY era el mejor teclado posible. ¿Conoció usted a alguien, en toda su vida, que se haya preguntado por qué las agujas del reloj van en una dirección y no en el sentido contrario?