viernes, 20 de mayo de 2011

al placer del desengaño

Era un día más de la convivencia en esa casa pequeña y acogedora donde sin saber por qué habían ido a parar con algunos amigos. Algunos, algunos que iban y venían todo el tiempo como figuras borrosas. Ella estaba siendo parte de alguna de esas escenas de fondo pero, ¿para qué remitir a esa escena, para que intentar recordarla, si justamente requeriría hacer memoria y ni siquiera así se garantizaría el éxito de su recuerdo? Es que justamente por algo estaban de fondo. Es como cuando uno va al teatro. Hay una escena principal que hace a la historia y está todo lo de atrás que uno percibe pero que... que uno ve pero sin ver; contextualizan, le dan sentido a la escena y sin embargo, no son más que agregados y detalles. Sí, ella estaba bien y contenta formando parte de ese trasfondo, pero cuando lo veía, cuando se lo cruzaba por algún pasillo o en alguna habitación, la cosa cambiaba: todo se volvía un poquito más nítido, más vívido. Era, mas o menos, como cuando uno apunta con la cámara y empieza a jugar con el foco: ahora pasaba a estar en un primer plano. La escena cobraba un sentido diferente. Le venían al cuerpo y al alma descargas invisibles y apenas perceptibles que casi casi no llegaba a darse cuenta. No entendía porque no se paraba a pensar. No pensaba porque no veía en qué pensar. ¿Para qué pensar? Si el quit de todo es   se n tir ..
Una tarde, cuando ella salía de una de esas escenas de fondo, fue a su cuarto a buscar... a buscar algo: siempre estaba yendo a su cuarto en busca de algo. Siempre un poco desorganizada, siempre un poco desvolada. El rincón del cuarto más desordenado sin duda pertenecía a ella.¿Y qué más daba? De todas formas, creo que iba a buscar una toalla - una que seguramente quería poner a secar en una de las sillas del comedor. Pasillo. Primer cuarto. Pasillo. Segundo cuarto. Se encontraron justo en la puerta. El foco empezó a cambiar. Sonrieron, como si encontrarse allí, después de estar conviviendo unos cuantos días, fuera un motivo más que suficiente para estar alegres. Ella se quedó mirándolo. Una mirada pícara y cómplice; unos ojos brillosos de algo y unos dientes blancos y diminutos. Él... él también sonrió, casi con la misma perspicacia que ella, y en eso así como así le empezó a hacer cosquillas. Cosquillas chiquitas y "molestas" - molestas de las más lindas. Empezaron a forcejear a modo de juego como si de dos nenes chiquitos divirtiéndose se tratase. En algún momento se cayeron al piso riendo, riendo mucho. En algún otro momento él estaba arriba de ella y seguían riendo, por las cosquillas, por el momento y porque se habían caído. En un último momento sus bocas se rozaron y sus ojos se cruzaron por una milésima de segundo, como si una estrella fugaz acabara de pasar. El momento desapareció y la risa fue suplantada por un beso. Un beso suave y húmedo. Un beso que habían estado esperando desde algún "siempre". Un beso de esos que enloquecen. Un beso que se morían de  ganas de darse. Y él no podía creer lo bien que se sentía su boca, lo suaves que eran sus labios. El foco en su cara: sus ojos cerrados; su boca entregada y bañada en placer. Él había susurrado algo y ella... ella no pudo evitar sorprenderse de que a él le gustara tanto su beso. De repente, dejó de creer, de pensar y de ver; besaba casi sonriendo porque estaba ahí, justo como quería y donde quería estar.

La escena no estuvo borrosa. La escena, era una de esas principales que captan toda la atención del expectador.
El despertador sonó y el telón se bajó.

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