martes, 31 de mayo de 2011

Amor Líquido

Primero fue eso. Después aquello. A la semana de nuevo. Dos días después volvía a pensarlo. A la noche me acordé otra vez. Hace 5 horas me dieron ganas de salir corriendo. Ahora sigo...
Poco más, poco menos, extraño. Extraño todo.
La casa. Está bien que era un viaje largo, pero llegar allá era... él solía decir que era "paz"; yo, solía desmentirlo con la idea de defender mi querida capital, pero el verde del pasto y la tranquilidad de las calles no me jugaban a favor. Hay que admitir que "llegar" significaba muchas cosas. Sí no estaba con él, quería decir que iba a tocar el timbre e iba a salir con sus pantalones de fútbol y su remera de dormir - que en realidad era la misma que había usado el día anterior porque nunca logré persuadirlo de lo lindo que es tener una remera vieja para todas las noches o… o capaz era que se las usaba todas yo (todas menos una verde que no me gustaba para nada) -. Esa imagen era linda. Él - un poco dormido, un poco despierto - me esperaba con un abrazo y alguna broma siempre a mano. Yo, de mal humor por el viaje o el estudio - o seguramente por el sueño - me iba directo a la cama. Él, siempre haciéndome reír, me cargaba un poco. Tenía la misma facilidad para ponerme de mal humor que para consentirme o sacarme una sonrisa. Me preguntaba por la facu si es que antes no le contaba alguna cosa rara que había pasado en el viaje - como que una mujer y un hombre se hayan puesto a pelear por un asiento a los gritos en el medio del tren. Ahora que lo pienso, "sus aventuras de viaje" eran siempre más interesantes, aunque las mejores eran las que nos tocaban cuando estábamos juntos. Ah, no: lo mejor era cuando se quedaba escuchando las conversaciones o discusiones de los demás sin una pizca de disimulo: parecía a propósito, pero en realidad era más fuerte que él. Algún día le tengo que decir que las escriba. Algún día va a hacer un libro, porque tiene estilo y talento y sobre todo porque quiere, y siempre consigue lo que quiere. Algún día.
Hablaba de la casa y tuve que hacer un punto aparte porque me fui de tema. Sí, claro que él era parte del encanto de la casa, pero cuando llegaba con él - siempre menos cansada, siempre más contenta - también había eso que él llamaba "paz". Creo que era calidez. Capaz era que todos estábamos contentos de vernos y volaban sonrisas y empezábamos a hablar. Capaz estaba lejos, en otra casa, en algún pueblo, con gente hermosa. Capaz.
Las noches. Si llovía teníamos un bonus extra de alegría que no nos lo sacaba nadie. Sí batíamos café, competíamos - y yo era buena, pero él era mejor -. Si veíamos una película o alguna serie no podía faltar el almohadón violeta de la hermana y una buena taza de Té. Tampoco podía faltar que yo interrumpa cada 20 minutos para ir al baño o a buscar algo para comer. Sí comíamos él era dulce y yo salado - el "sí" es más bien para seguir con la temática del párrafo: comíamos, comíamos siempre.- Si había gelatina tenía que ser de frambuesa. Si peleábamos, nos matábamos (él cabeza dura, yo histérica). ¿Y si no?
Los días. Los mates con bizcochitos, una salidita por el centro, una juntada entre amigos. También estaban los paseos en auto cuando yo andaba de mal humor o con uno de esos días en los que no tenía ganas de nada. Me mostraba las casas más lindas de los alrededores y siempre iba más lento cuando pasábamos por alguna con techo en forma de triángulo porque sabía que eran las que más me gustaban.
¿Y por casa? Ella que lo molestaba y él que la cargaba. Ella lo malcriaba y él... él aceptaba - un poquito -. ¿Las cenas? Siempre había algo rico para "cocinar" juntos. Nunca faltaba su comentario gracioso sobre lo elaborado que era mi labor culinaria, pero tampoco se quejó nunca de la comida porque nos gustaba la misma porquería. Casi. Casi casi.
Hoy vi en la librería de la facu "Amor líquido" y casi pensé que capaz algún día te lo podía llegar a pedir para leer. Claro, yo: un desastre, como siempre. Hay cosas que no cambian. Hay otras que sí. Hay cosas que se quedan y otras que se van.

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