domingo, 22 de julio de 2012

1976

A veces las palabras son más que palabras y remiten a una situación, un rostro, un parque o alguna pintura. Entonces las palabras pasan a ser una especie de representante solo para unos cuantos o unos pocos o simplemente uno. Ya no son un signo colectivo sino un símbolo individual. Dejan de ser ellas mismas para representar algo más. Algo más que se esconde y anhela salir detrás de ellas (con un significado que encuentro yo, capaz él, o ella, o esos pocos, pero nadie más). Y eso es lo que yo no podría hacer si quisiera escribir respcto a esos tiempos oscuros de lucha exacervada con mezcla de miedo y valor. Habría un abstracto, un matiz sublime, casi invisible, simultáneamente transparente y voluptuoso, que se me escaparía expresar en esas ideas compuestas de algo más que letras, palabras y oraciones, y tildes, comas o puntos.

Se trata de una época donde cualquier adjetivo es "insuficiente". Cuando resulta que no lo dice todo, que no dice eso, que no refleja por completo lo que en realidad quiero contar. Bueno, entonces me pongo a pensar que en realidad, cualquier cosa que yo pueda decir respecto al asunto va a ser vaga o, juestamente, insuficiente, o va a llegar de una manera distorcionada a como fue en verdad. Y el punto es, por lo tanto, que no podría hablar en primera persona de esto porque no estuve ahí. No lo viví, no lo sentí y lo sufrí. agujero ahujero aujero augero

Es polémico. Es la resaca de un pasado vivido por otros que no nos pertenece más que en este presente agujereado. Es el miedo que quedó en el aire y nos llegó a todos. Es la lucha incesante de la historia de unos cuantos otros que la vivieron, y la pasaron, y así queremos recordar. Queremos exterminar a ese gran recurso impuesto por los dinosaurios de aquellos tiempos donde el lema era "cerrar los ojos" - y agrego: seguir a tientas, por un camino sinuoso donde la salida más fácil (y quizás, para algunos, los más débiles, hasta la única posible porque el alma no daba para otra cosa) sea dejar pasar de largo todas esas barbaries y atrocidades que nos resultan utópicas en nuestras mentes humanas. 

Yo no sé lo que pasó en esos tiempos, en esos años que marcaron la vida de todos ellos, de todos nosotros, y de todos los demás también. Quiero decir que yo no estuve ahí. Yo estoy acá y ahora, viviendo y sufriendo. Y digo sufriendo porque la historia es de todos. La historia que se escribe y se sigue escribiendo, es de todos los que ponen un pie en este presente y, a través de ellos, lo sienten y lo viven, como pueden (o como quieren) haciéndose parte de ese pasado y luchando por el Nunca Más. Entonces si todos nosotros somos parte, podemos decir que hoy sufrimos por eso que golpeó (eso que les pegó a ellos y nos sigue pegando a todos). Es una marca física y terrenal, que llevamos en el alma y en la vida, como algo propio, como una especie de sentir que está muy lejos de ser algo ajeno y extraño.

Como decía: yo no estuve ahí. Pero estoy acá.

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