martes, 31 de julio de 2012

Amigas

Cuando un grupo de cinco o seis amigas se juntan, hay cosas que no varían. En primer lugar se disputan los hombres y... no, creo que no hay disputa.
Sí, el sexo contrario a pesar de su ausencia física está prácticamente en todos los temas de conversación. Intermitente, titila constantemente de todos lados y de todas formas. "¿Qué pasa chicas? ¿no podemos hablar de otra cosa?" nos llegamos a preguntar varias veces, con complicidad y casi retóricamente. Es que conocemos la respuesta. Y entonces reímos y nos rendimos ante la verdad. La verdad de esa imposible ausencia. La verdad de que no hay juntada más prodigiosamente femenina que no los contenga. 
La semana pasada hablando con una amiga en una fiesta me comentaba que se había juntado con dos amigas más a tomar vino y criticar, pura y exclusivamente, al sexo opuesto. "Y la pasamos de lo mejor" me decía. 
Entonces sino son las críticas, es el sexo casual (o no) y sino, claro, la historia que venimos siguiendo de hace varios meses o ya casi dos años. Que no me da bola, que no dejó a la novia, que no se cómo acercarme. Siempre está la conflictuada. Y sino el otro extremo: que no lo soporto más, que sino para lo voy a terminar mandando a la mierda, que realmente no se da cuenta que no me interesa. 
Pero las mejores, sin duda las mejores historias son esas casuales que nos hacen matar de risa. "Me comí al chofer del colectivo del tour que contrató mi vieja" nos contó ella, tan linda, tan linda y después de tres años, al fin soltera. Hubo algún aplauso, una exclamación y risitas de fondo. Pero la cosa no terminaba ahí. "Sí, tenía uno o dos dientes que le faltaban y creo que uno era de plata, pero bueno, cosas que pasan" nos terminó confesando, a lo cual explotaron carcajadas y comentarios al estilo "está bien, todos tenemos un muerto en el cajón". 
Así que están las solteras, eternamente solteras que no quieren saber nada con el compromiso. O las solteras mentirosas, que dicen no querer saber nada serio con los hombres solo a costa de repetirse una y otra vez aquello que necesitan creer, casi para convencerse a ellas mismas. "No, no estoy de novia" - sentenció rotundamente una después de la cuarta vez que le preguntaban - "De verdad. No. Repitamos todas: no estoy en una relación". Y ante la mirada asesina de esta, claro, todas sus amigas repitieron a coro "No estás en una relación". 
Así que la otra soltera decidió apoyar a su amiga y se puso contenta. "Es genial esta libertad, no le debes nada a nadie. Me alegro que no estés en una relación y que podamos salir a pasarla joya, a tener esos encuentros de una noche y nada más". Y la que se comió al chofer con dientes de menos, apoyó la moción "ni hablar, somos jóvenes; estoy contenta de poder decir que ustedes son mi prioridad".
Y es verdad. Somos jóvenes. Todavía podemos (queremos) esperar para el compromiso y esa cosa tan de adultos. Todavía podemos levantarnos del cine descaradamente a los 20 minutos cuando no nos gusta la película, o darle nuestro número de teléfono en un papelito a ese chico de la facu que no podemos dejar de mirar. Todavía podemos fijarnos en uno de 18, de 32 o de cualquier hombre sin importar la edad, y hasta podemos salir a embriagarnos casi con locura con nuestros mejores amigos y crear una amnesia temporal en nuestra memoria. 
Entonces, hasta ahora, todo muchachos. Y no nos olvidemos de que está también, por supuesto, la que está felizmente de novia. Esta última es la que se lleva todos los "awww" cuando suena aquella canción de fondo en ese barcito tan bonito que encontramos por Congreso. Resulta que esas melodías nos remite a todas a la melancolía histérica de los 16 años. Pero ella dice "a mi no me mueve nada, en esa época estaba súper conflictuada, ahora estoy felizmente enamorada, no me identifico con esos temas". Okey, de acuerdo, el amor existe. Al menos para unos cuantos. 
Por último queda ella, la que odia a todos los hombres (o cree odiarlos, cómo si a pesar de todos nuestros esfuerzos eso fuese posible). No, no nos confundamos: es que los quiere tanto que los odia. Es que, como todas, tiene un historial encima que le juega tan en contra que no puede más que tirarles mierda y aferrarse al "son todos iguales". 

Pero la verdad es que así como hablamos de los hombres, no dejamos de hablar de las mujeres. Que esa es una zorra, que si viste a esa otra con el pelo teñido, que qué mal que le queda el corte a ella. 
Todo lo lindo que nos decimos a nosotras es toda la mierda que le tiramos a las demás. ¿Acaso eso no es ser amigas? Así que seguimos con el facebook que nos cuenta todo y las fotos de esa o aquella de la primaria, que ahora resulta que se casó o está embarazada. Y no podemos creer haber crecido y que después de 12 años sigamos ahí, todas juntas, hablando de ellos, de ellas y, claro, de la la facultad, aquella murga, ese periodista, que no dejes de ir a ver esa película, que aquel libro es imperdible y que la política y la eterna discusión a pesar de tirar todas más o menos para el mismo lado. 

Y así están las cosas. Ellos: nuestra debilidad. Ellas: la competencia. Y todo lo demás: también.

Para cerrar, como frutillita del postre, el chico que se acerca con seis rosas en la mano y nos reparte una a cada una.

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