martes, 24 de julio de 2012

La verdad

La verdad es difícil. La verdad es… complicada. Y muy a menudo la verdad duele. Quiero decir, las personas dicen que quieren la verdad. ¿Pero es en serio que la quieren?

Cuando tenes la sensación de que hiciste algo mal; cuando está ahí adentro tuyo, haciendo ruido, imposible de evadir, entonces te replanteas. Te pones a pensar si en realidad no habrás metido la pata. Y, por supuesto, te convences de que no. No hiciste nada malo.
Entonces si es así ¿por qué tenes eso adentro que te hace un nudo en el estómago y te pone tan nerviosa? ¿Por qué ocurre que se te van las ganas de todo y necesitas un culpable infalible? ¿Por qué no podes dejar de pensar en eso? Si realmente está todo bien ¿por qué sentirse así?

Y ahí es cuando salta a la luz: la verdad es dolorosa. En el fondo, nadie quiere escucharla, especialmente cuando afecta a lo más cercano y querido que tenemos.

Y resulta que es entonces cuando te das cuenta que aunque "no hayas hecho nada malo", no siempre está todo bien. Y que a veces, uno cree portase bien: no habla de menos pero, lo que es más importante y lo que al fin y al cabo importa: no actúa de más. ¿Pero es realmente lo que más importa? ¿No es lo mismo a fin de cuentas? Actuar mal no es una cuestión de formas o protocolos: de la manera más sutil y delicada podes mandarte la cagada más grande de todas.


Cuando sentís esa presión en el pecho, cuando el mejor plan que te surge es meterte en la cama y no salir de ahí. Cuando sentís que la cagaste, que no hay excusa que valga. Bueno, entonces, seguramente, no es porque hayas hecho algo explícitamente malo sino que, por más que te pese, lastimaste al otro. Ese es el motivo de la gran y horrorosa sensación que te viene acosando y te sigue a todos lados. Una sensación de mierda. Una sensación angustiosa. Una sensación inagunatable. Y ahí es donde está la grieta, la falla, el indicador que nos muestra la hora y lo tarde que se hizo para volver atrás y cambiar las cosas. Ese es el punto. Heriste. Lastimaste. Lisa y llanamente. ¿Pudiste evitarlo? ¿Se puede evitar? Y a decir verdad ¿importa a esta altura? La cuestión es que heriste. Heriste de todas formas. Y herir es malo, pero herir a alguien que uno quiere... es imperdonable.

Cuando llegamos a este punto entendemos de dónde viene esa sensación de ahogo y vacío: es la culpa y el dolor de haberle hecho mal al otro. Y entonces, decimos la verdad porque la verdad es todo lo que tenemos para dar. A veces, decimos la verdad porque necesitamos oírla bien alto para oírnos a nosotros mismos y, a veces, decimos la verdad porque no podemos más. Pero también la decimos porque lo debemos. Aunque sea sólo eso, le debemos al otro el beneficio de la verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario