viernes, 3 de agosto de 2012

"Antes de que termine el día"

Compartir cosas tontas es, en realidad, compartir las cosas más difíciles. Quiero decir que las cosas más difíciles no son esas que más tiempo nos lleven o más esfuerzo requieran. Uno siempre quiere llegar al otro. Trata de profundizar, de entender, de hablar, de hacer. Hacer cosas grandes y grandiosas. Cosas lindas y perfectas. Y en realidad ¿qué mejor que hacer esas pequeñas cosas, bastante humanas e imperfectas, que nos hacen y nos llenan todos los días?

¿Por qué no hacer las tostadas pasadas si, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañar justamente mis tostadas quemadas?
¿Por qué peinarme prolijo, sin un pelito fuera de lugar si, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañar mi pelo todo alborotado?
¿Por qué ponerle menos sal a la comida si, en realidad, cuando no estemos juntos vas a extrañar retarme por el exceso de sal que me caracteriza a la hora de comer?
¿Por qué voy a tomar el café hirviendo si, en realidad, cuando no estemos juntos vas a extrañar que lo ponga en la heladera 5 minutos para que se enfríe rápido?
¿Por qué no cantar todo el día si, en realidad, cuando no estemos juntos vas a extrañar pedirme por favor que me calle con esa sonrisa fingida para que no me lo tome a mal?
¿Por qué no gritarte si, en realidad, cuando no estemos juntos vas a extrañar que me ponga histérica hasta que digas eso, justo eso que me haga sonreír y olvidarme de toda la bronca?
¿Por qué no decir sin-sentidos si, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañar reírte y enternecerte de mis absurdos? 
¿Por qué no amar a la lluvia si, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañar que te mande un mensaje o te llame solo para decirte lo feliz que me ponen las gotas que caen del cielo?
¿Por qué no mandarte un fragmento, una oración o una palabra de Rayuela sí, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañarme tanto que te vas a poner a leer la historia de la Maga y Oliveira?
¿Por qué llamarte menos por teléfono sí, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañar que te suene el aparatito y tengas mi voz molesta del otro lado, un poco dormirda o un poco despierta, diciéndote alguna cosa?

Todo eso, claro, en el supuesto de que me quieras.
Y en ese caso, entonces ¿por qué hacerla tan complicada?
Y pienso: dicen por ahí, siempre, que lo bueno cuesta. Que lo que mejor nos hace y las cosas más grandes (o las pequeñas grandezas, si se prefiere), no se consiguen fácil y llevan tiempo y esfuerzo. Es un gran malestar que luego vale la pena más que ninguna otra cosa en el mundo. Pero ¿será así? ¿o se tratará de un mero, fingido y pobre consuelo?

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