Compartir cosas tontas es, en realidad, compartir las cosas más difíciles. Quiero decir que las cosas más difíciles no son esas que más tiempo nos lleven o más esfuerzo requieran. Uno siempre quiere llegar al otro. Trata de profundizar, de entender, de hablar, de hacer. Hacer cosas grandes y grandiosas. Cosas lindas y perfectas. Y en realidad ¿qué mejor que hacer esas pequeñas cosas, bastante humanas e imperfectas, que nos hacen y nos llenan todos los días?
¿Por qué no hacer las tostadas pasadas si, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañar justamente mis tostadas quemadas?
¿Por qué peinarme prolijo, sin un pelito fuera de lugar si, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañar mi pelo todo alborotado?
¿Por qué ponerle menos sal a la comida si, en realidad, cuando no estemos juntos vas a extrañar retarme por el exceso de sal que me caracteriza a la hora de comer?
¿Por qué voy a tomar el café hirviendo si, en realidad, cuando no estemos juntos vas a extrañar que lo ponga en la heladera 5 minutos para que se enfríe rápido?
¿Por qué no cantar todo el día si, en realidad, cuando no estemos juntos vas a extrañar pedirme por favor que me calle con esa sonrisa fingida para que no me lo tome a mal?
¿Por qué no gritarte si, en realidad, cuando no estemos juntos vas a extrañar que me ponga histérica hasta que digas eso, justo eso que me haga sonreír y olvidarme de toda la bronca?
¿Por qué no decir sin-sentidos si, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañar reírte y enternecerte de mis absurdos?
¿Por qué no amar a la lluvia si, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañar que te mande un mensaje o te llame solo para decirte lo feliz que me ponen las gotas que caen del cielo?
¿Por qué no mandarte un fragmento, una oración o una palabra de Rayuela sí, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañarme tanto que te vas a poner a leer la historia de la Maga y Oliveira?
¿Por qué llamarte menos por teléfono sí, en realidad, el día que no estemos juntos vas a extrañar que te suene el aparatito y tengas mi voz molesta del otro lado, un poco dormirda o un poco despierta, diciéndote alguna cosa?
Todo eso, claro, en el supuesto de que me quieras.
Y en ese caso, entonces ¿por qué hacerla tan complicada?
Y pienso: dicen por ahí, siempre, que lo bueno cuesta. Que lo que mejor nos hace y las cosas más grandes (o las pequeñas grandezas, si se prefiere), no se consiguen fácil y llevan tiempo y esfuerzo. Es un gran malestar que luego vale la pena más que ninguna otra cosa en el mundo. Pero ¿será así? ¿o se tratará de un mero, fingido y pobre consuelo?
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