martes, 18 de septiembre de 2012

Timbre

El otro día en mi clase de Grupos (Filosofía) me dieron un papelito que tenía escrito lo siguiente

Soy el timbre. Vengo a interrumpir la clase, a cortar las ideas y pensamientos, recordando que están dentro de una institución, y que esa clase es parte de la misma. Sino estuviese quizás todo sería más fluido y sin un tope, ya que al parecer produzco algo instantáneamente en los alumnos del curso. Chateo con mi amigo el tiempo al cual el capitalismo le dice que el tiempo debe ser bien utilizado, tener un fin, servir para producir algo. De no ser así, es tiempo mal gastado, desperdiciado. 

No había una consigna demasiado clara. Supongo que se podía responder, preguntar, continuar o reflexionar. Capaz con leerlo bastaba.
Pensé que cuando terminara de leer no iba a saber qué hacer e iba a tener que hacer uso de alguna parte de mi ingenio que, a esas horas, parecía medio dormido.
Sin embargo, para mi sorpresa, a pesar de no ser muy ingeniosa en mi asaña, enseguida se me dio por escribir. Como cuando uno empieza a hablar verborrágicamente y no puede parar, a mi se me dio casi instintivamente por empezar a escribir creyéndome que era el timbre (algo parecido a lo que hizo Laura - así decía la firma de la nota que me había llegado a mi ). Una manera de continuarlo, quizás. Aunque traté de mantener al margen al capitalismo: si bien está en todo y de cualquier pequeña cosa se puede hacer política, puede que lo implícito me guste más (al menos en este caso). Qué se yo, la política fuera de la familiaridad y la cotidianidad nunca se me dio demasiado bien ni demasiado a gusto.
Así que me cambié de nombre y de personalidad

Soy el timbre y soy parte de la institución. Soy un accesorio más del protocolo que nos imponen para que las cosas estén "ordenadas". Como el profesor es el que da clases, yo soy el que marca la hora, y aunque quieras seguir con la clase yo vengo a decir que se terminó. Soy el sonido del deber, y sino me respetas posiblemente llegues a sentirte culpable. Soy el que determina los espacios y sería genial que un día me puedan hacer parte de ustedes de manera que yo no imponga más (más respeto, más poder), sino que me haga oír cuando quiera; y sería bueno que ustedes me respondan lo que quieran y no lo que deben o lo que creen que me tienen que responder. Soy el timbre y soy molesto porque muchos me ven como la antítesis de la libertad, pero me gustaría seguir siendo el timbre sin interrumpirles nada, sin molestarlos más ni imponerles un ritmo de vida. Soy el timbre y no quiero decidir por vos: quiero sonar, quiero avisar que estoy acá y que vos seas el que elija qué hacer.

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