martes, 22 de mayo de 2012

Lluvia

Hablamos con mi amigo. Sí, con mi amigo cada día nos entendemos más. Entonces cada vez lo conozco un poquito más y, así, inevitablemente, cada vez lo quiero un poquito más y me gusta un poquito más todavía compartir más y más con él. 
Así que ahora hablamos de la lluvia. Llueve. Volvía de lo de un gran compañero muy bohemio y algo loco a las 2 de la mañana y resulta que la calle estaba casi vacía (el bondi no, pero la calle sí). Y del otro lado del teléfono lo tenía a él, escuchando, contando y odiando conmigo. Eso también: odiamos. Nos acompañamos en el sentimiento de odiar a la gente de mierda que está feliz en el bondi y a la otra gente más de mierda que no sabe querernos y nos lastima. Y a todos los demás también (porque todos y cada uno tienen un por qué). Entonces me doy cuenta que hablo como si "el mundo estuviera en contra mío". Pero no. Cuando llegamos a esa instancia es que somos nosotros los que estamos en contra del mundo. ¿Y saben una cosa? Es genial que mi amigo me de la mano y vaya en contra del mundo conmigo. Porque de a dos siempre es un poquito mejor, y un poquito más lindo también. 
Así que volvamos: la lluvia. La lluvia y las gotas. Me decía "¿por qué será que las gotas de lluvia son lindas, pero esas mismas gotas que quedan en un techo cuando se te caen encima las odiás?". Me hizo reír. Me figuró una imagen clásica. Vas caminando por la calle y te cae esa gota de agua, pesada, turbia, sola, sobre la nariz. Te fastidia. Y siguió: "pero aparte ¿por qué tanto odio? a esa gota que, en definitiva, es casi la misma (o la misma)." Y me aclaró: "y creo que el factor "mugre que junta en el lugar donde esta...apoyada, antes de caer" no cuenta". Me volví a reír. Era genial estar hablando de la lluvia. Era genial de verdad que me plantee todo eso. Era gracioso, divertido. Así que seguí el juego y solté que "son lindas las gotas. Las gotas, no la gota. Cada gota es linda cuando vienen de a varias, una sola molesta". Y a él no le cerró. Me di cuenta cuando empezó a decirme "sí, pero...". Sí, pero. El señor peros y porqués. El señor inconformista y quejoso. El señor que a veces tiene razón y se queda con la boca abierta cuando le digo algo que no puede creer. El señor tan querible y poco auto-querido. Entonces dijo "sí pero no, me parece. Bah, vos que sos una sabihonda de la lluvia. Hay una lluviecita que es "copiosa", lenta y que te pega en la cara, que es francamente detestable. Esa que está justo entre la garúa y la llovizna. Esa creo que también la odiamos". No sé. Yo amo la lluvia. La lluvia formada y gotera. Pero esa "lluviecita copiosa" nos cuenta que la que tanto queremos está cerca. ¿La podemos odiar entonces?

Y después, cuando te pregunté citando una canción "¿qué es dolor? ¿qué es perder y qué es amar?" me respondiste, casi con sabiduría "dolor, amar y perder a veces se parecen poderosamente".

Y hablando de dolor, de amar y de perder, no hay nada mejor que la lluvia para sentirlo, para vivirlo y hasta para hablarlo. Para pensarlo, recordarlo (recordarte) y extrañarte, un poquito, baje un cielo lleno de gotas que hacen ruido cuando caen y mojan todo. Todo.

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