miércoles, 9 de mayo de 2012

Pulsiones

Leía a Freud. Todos leíamos a Freud. Unos para rendir Psicología Social, otros por interes, otros para estudiar Adolescencia. La cuestión es que estábamos los cuatro encerrados en un cuarto leyendo a Freud. Desde distintos ángulos, desde distintas perspectivas, pero leyéndolo. Y en eso retomo el apunte que habla de las pulsiones y claro, las pulsiones tienen cuatro destinos. Cuatro destinos. Me quedé pensando. Me quedé pensando en cuál de esos cuatro escapes elegiría yo si pudiera. No con cuál me identificaba, sino cuál preferiría si mañana me dieran a elegir uno. Y mi respuesta fue clara. Mi respuesta fue clara como la de ella, la de él, y la de ella también. Y fueron todas distintas, y todos hayamos la salida en un destino diferente. Y esa diferencia, esa distinsión,  fue lo mejor de la noche - bueno, no, no sé si lo mejor, pero fue interesante y divertido. 
Entonces yo elegí la represión. Represión: bendita tu seas. Si pudiera hacerte un culto lo haría. Si pudiera llevarte a la cama no lo dudaría. Si pudiera tenerte sería eternamente feliz. Y claro, a decir verdad, soy esa terca negadora, que se empeña en desmentir la realidad que no le gusta y pintar las cosas como quiere. Yo quiero esto, así que como yo quiero esto, entonces que sea esto. Qué lógica, que simple, que egoísta. El tema es que cada vez ando más lejos de eso y más cerca de la objetividad, porque aunque pinte las cosas de blanco, si son negras son negras y no hay nada que hacer. Y sin importar cuanto empeño le ponga a la vida para pintar eso de blanco, la cosa es que es de color negro y en algún momento me termino dando la cabeza contra la pared y topando con que no era como yo creía - como yo quise y me creí que era - sino como es. Y punto. 
Entonces pensaba: lo peor no es que sea negadora o reprima. Lo peor, en verdad, es que si pudiera elegir ¡eligiría eso! ¡Eligiría negar y reprimir una y otra vez sin dudarlo! ¿Podes creer? Así son las cosas. 
Ella, mi compañera de-todo-de-nada, eligió la sublimación. Lógico, previsible: le gusta cantar. Le gusta el arte. No es que a mi no, pero ella encuentra en el arte un modo de fuga, de descarga. "Es la más sana de las cuatro" me dijo. Exacto. Yo, un poco patológica, todavía no elijo lo sano como filosofía de vida. Así que eso: baila tu forma de ser que desintegra con un blue's esta oscura prisión. Vos, con tu arte, tu salud mental, tu arte.
"Pero el dolor, lo que te molesta, sigue estando consciente y presente" le dije yo, convencida de mi represión - porque aunque las más de las veces sea sintomática y poco sana, te hace olvidar que existe eso que te da vueltas en la cabeza sin parar. Y en esos momentos pienso: qué grande el inconsciente. 
Él lo dudó. Pensó, y después eligió la transformación en lo contrario. Amor-odio, odio-amor. Si te amo, si te quiero, y si entonces no estás, mejor odiarte. Odiarte fuerte y profundo y quererte lejos. Es viable. Es un posible destino. Es una elección válida. 
Y entonces, por último, estaba ese cuarto destino: la vuelta sobre uno mismo. El narcisismo. Y ahí, en ese punto, todos coincidimos, sin dar lugar a la discusión ni a la explicación, en que se trataba de un destino totalmente aburrido, que al no tener en cuenta al otro carecía de cualquier tipo de interes y valor. 

Entonces te pregunto a vos, que estás leyendo - si estás leyendo -: si pudieras elegir un destino ¿cuál eligirías?

1 comentario:

  1. Yo llegue a pensar tu elección de la represión como un destino valido que podía tenerse en cuenta al menos en los casos extremos, pero después me imagine un mundo lleno de sublimaciones, transformado en arte, expresado de la forma mas pura en la que puede expresarse los sentimientos. Sin esconderlos, sin temerles, haciéndoles frente, sacando lo bueno de ellos y a partir de ese momento si, olvidados para siempre.

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