miércoles, 2 de mayo de 2012

Estaciones

El invierno me enamora. Las tardes heladas, las noches ventosas y uno abrigado hasta el cuello, con apenas los ojos al descubierto para poder ver por dónde se va. Buzos, bufandas y medias - una combinación de las mejores. Y entonces, asomarse desde casa (siempre envuelta en un acolchado, con una taza de café en una mano y un libro en la otra) y mirar por la ventana. Los árboles están pelados. Pero si ya llegó el otoño, la estación de las hojas, entonces es mucho más lindo porque hay amarillos opacos volando por toda la ciudad, y las calles tienen un colchón de hojas que hacen el ruido del tan-tan de tus pasos cuando caminas o saltas sobre ellas. Y si llueve mejor (eso siempre).
Después crecemos. Crecemos porque leímos, vivimos y sentimos. También aprendimos, jugamos, sufrimos y, sobre todo, disfrutamos. Salimos y vimos todo desde una foto (porque el otoño es la época de las fotos, de los recuerdos que reviven cuando volvemos a ese eterno pasado que nos arma y des-arma) y entonces, como decía, vimos todo desde una foto y vimos todo mejor.
El invierno es la estación de mi ser, pero el otoño... el otoño es la estación fotográfica, donde intentas capturar las hojas en el aire casi flotando (casi filmando al viento). Y aparecen los colores gastados que luego se van a teñir y se van a convertir en fuertes brillantes. Y eso me lleva al verano, la estación del mar. Es salado por el calor y dulce por el color (ese color rojo que envuelve a todos por el sol). El verano es pasión - pasión de besos, montañas rusas y amigos - y el invierno es diversión de cines y teatros. Es la estación de los ojos oscuros y marrones, de miradas profundas e intensas y, el verano, de aquellos ojos claritos y chiquitos, casi transparentes.
Allá en Congreso, El Gomón, ese cine tan bonito y argentino, no tiene estación porque es de todas y de ninguna. Es que El Gomón es ese espacio que siempre viene bien, en cualquier momento del día y en cualquier época del año.
La primavera es la estación de las flores siempre con una esquina rota, como diría la pequeña Beatriz de mi querido, simple y grandioso Benedetti (porque no hay nada más grandioso que la simpleza, eso es lindo). El goce hay que vivirlo en todas las estaciones, pero Nietzche es del invierno y Cortázar del verano; Benedetti de las intermedias y a Freud... a Freud me lo guardo siempre en un bolsillo por si las dudas - que siempre surgen, que son más y más grandes que las respuestas y certezas.
Y después tenemos las sonrisas rotas, novias-del-otoño, que se deshacen por la brisa de esas hojas secas que decoran la ciudad con colores de un viejo andar. ¡Y el chocolate! El chocolate tan rico, a-veces-amargo y a-veces-con-leche, es del invierno (y por lo tanto de mi ser), porque sino se derrite y porque no hay nada mejor que eso para calentar la panza toda fría.
Y sin duda el amor, ese motor acelerado que nos hace sentir a tropezones, es todo y por entero de la primavera - la primavera, dueña de aquellas sonrisas de papel que se funden en el néctar de las flores y la miel de las abejas. Sin embargo... Sin embargo el frío, de alguna manera, le hace competencia: porque la primavera es la forma del amor, pero resulta que el invierno... el invierno me enamora.
(Escrito por una nena).

1 comentario:

  1. http://www.google.com.ar/imgres?q=cine+gaumont&um=1&hl=es&sa=N&biw=1024&bih=485&tbm=isch&tbnid=hKZ0IxszwU8r-M:&imgrefurl=http://estacionteatro.blogspot.com/2010/11/cine-ciclo-de-cine-politico-en-el.html&docid=e_k3ukI9IRQuaM&imgurl=http://2.bp.blogspot.com/_BsdGxSszVmQ/TNqGwFDFe3I/AAAAAAAAAdE/du3sYoP2Uq0/s1600/Gaumont.jpg&w=300&h=253&ei=wOihT4PTF4PO9QTry7jeCA&zoom=1&iact=rc&dur=212&sig=102802624920891124096&page=1&tbnh=135&tbnw=160&start=0&ndsp=10&ved=1t:429,r:2,s:0,i:67&tx=52&ty=22

    ResponderEliminar